JON JUARISTI – ABC – 18/12/16
· La felicitación de Bildu a Trump no es sólo un gesto de cortesía.
Como prometí el pasado domingo, trataré de explicar lo del súbito entusiasmo de Bildu por Trump, que sólo es un aspecto del sobrevenido americanismo de los nacionalistas vascos en su conjunto. Avanzaba en mi anterior columna que este tiene más que ver con el abrazo de Franco y Eisenhower que con el telegrama de Sabino Arana a Theodore Roosevelt, y diré por qué.
Ante todo, este año de interregno entre Rajoy y Rajoy pasando por Rajoy ha supuesto para el nacionalismo vasco un tiempo de alarma, porque el PP ha negociado (y finalmente consumado) un pacto de legislatura con el partido más unitarista de España, más aún que el propio PP. La situación se presenta, pues, como una inversión de la de 1996 (o sea, la del pacto de legislatura del PP con el PNV y CiU). Por otra parte, tras la investidura de Rajoy, el Gobierno se muestra dispuesto a negociar todo lo que haga falta con los secesionistas catalanes menos el referéndum.
Los nacionalistas vascos temen una reforma constitucional que se cargue el sistema de conciertos económicos (que es lo que exigiría Ciudadanos) o bien su extensión a Cataluña (que es lo que exigiría como mínimo el bloque secesionista catalán). En ambos casos, el régimen neoforal consagrado por la Disposición Adicional Primera de la Constitución de 1978 se hundiría. La alianza ya cerrada del PNV con el PSE no concitaría otros apoyos que los de la izquierda abertzale y quizá el de la rama vasca de Podemos, pero ni la izquierda del resto de las comunidades ni los secesionistas de Cataluña moverían un dedo por salvar algo que es bastante impopular fuera de Euskadi y que los nacionalistas catalanes perciben como un privilegio injusto.
En esta tesitura, el nacionalismo vasco ha recurrido a evocar la figura del lendakari (que no lehendakari) José Antonio Aguirre, presidente del Gobierno de Euzkadi (que no Euskadi), desde octubre de 1936 hasta 1960. La conmemoración del octogésimo aniversario del primer Estatuto Vasco ha supuesto una sucesión de homenajes institucionales, documentales televisivos y publicaciones sobre Aguirre, el demócrata más limpio de su tiempo, en opinión de todo el espectro abertzale, que habría sido traicionado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo por el presidente americano Truman, que decidió amnistiar al régimen de Franco.
Para los abertzales, se trata de que ahora no suceda algo parecido (o sea, según sus términos, que los EE.UU. no consientan que el Estado español vuelva a ahogar las libertades vascas). A quien le interese el asunto le recomendaría una novela de Kirmen Uribe recién publicada –La hora de despertarnos juntos (Seix Barral, 2016)–, fervoroso alegato en memoria de los grandes servicios prestados por Aguirre y el PNV a los británicos y estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, servicios que no fueron debidamente retribuidos. Uribe es un buen escritor y un nacionalista vasco bastante convencional.
De la lectura de su novela se desprende que los agentes abertzales al servicio del mundo libre sufrieron mucho, aunque no aclara cuáles fueron las gestas que realizaron. Estuvieron a punto de capturar a Mengele y a Léon Degrelle, pero no lo hicieron, según Uribe, porque los estadounidenses perdieron el interés en juzgar a los criminales nazis. Qué impresentables los aliados. No contentos con salvar al franquismo, impidieron que los nacionalistas vascos se lucieran como héroes de la CIA o del MI6. Que se entere, pues, el presidente electo. La felicitación de Bildu se lee así: «Bienvenido, Mr. Trump, pero que no vuelva a repetirse. No se equivoque esta vez. Ha llegado de nuevo la hora de despertarnos juntos».
JON JUARISTI – ABC – 18/12/16