TONIA ETXARRI-EL CORREO

A medida que se va generalizando la percepción de que el gobierno de La Moncloa pueda volvernos a recluir en un encierro desaconsejado, el lehendakari Urkullu está intentando evitar el confinamiento domiciliario. Por miedo a las consecuencias económicas y a las secuelas que pueda volver a provocar el cierre y el autoaislamiento. No se puede confinar a la población cada tres meses. Lo dijo el portavoz del Gobierno y suena a placebo. Pero la incomunicación prolongada entre municipios tampoco parece solución para el comercio y la hostelería. Veremos qué medidas adopta hoy el Gobierno vasco con los datos sanitarios de última hora.

Al menos, a diferencia de lo que le ocurre a Sánchez, el lehendakari Urkullu tiene a la oposición conservadora de su lado. En su primera ronda, tanto Vox (el mismo grupo que su partido y Bildu desprecian en el Parlamento y cuya estela siguen, de forma intermitente, PSE y Podemos) como Iturgaiz, le han tendido la mano. No hay colores en esta crisis, decía el líder popular al finalizar la entrevista. Y los dos interlocutores, Urkullu e Iturgaiz, pusieron el acento en lo que les une. Que a juzgar por el intercambio de propuestas y programas electorales han encontrado muchos puntos en común. Fue el lehendakari quien le entregó al dirigente popular un documento cuyo titular ya albergaba una declaración de intenciones: «Coincidencias programáticas destacables». Se trataba de un estudio comparado entre el programa del Gobierno vasco y los compromisos electorales del PP+Cs. En empleo, industria, desarrollo rural, infraestructuras, comercio y hostelería, salud y sistema educativo. Hasta en cultura, euskera y deporte.

Un buen comienzo. Y Carlos Iturgaiz reconoció una evidencia: Urkullu es más receptivo que Sánchez con la oposición que no le baila el agua. ¿Se puede hacer oposición y, al mismo tiempo, apoyar las medidas del Gobierno? En el Congreso de los Diputados no lo parece. En Euskadi, sí. Con matices. El regreso del PP al centro liberal puede haber descolocado a Sánchez pero a Urkullu, no. Si aparcan los cálculos políticos, es posible que aquí lleguen a acuerdos sustanciales. Iturgaiz quiere ver la actuación de Urkullu en el Parlamento en donde su partido suele jugar en otra liga. Cree que el lehendakari debía de haber leído ‘Patria’ de Fernando Aramburu. Y su ‘línea roja’ se traza donde empieza el territorio de Bildu. Por lo tanto, las diferencias políticas seguirán donde estaban. Pero con la pandemia la cosa cambia. Por eso piensa llevar al Parlamento muchas de las coincidencias que el propio Urkullu le entregó en el documento, como proposiciones no de ley. Será el momento de pasar de las musas al teatro. Si los dos partidos que conforman el Gobierno de coalición (PNV-PSE) adoptan la misma actitud que el lehendakari, podrían abrir un camino que aun está por descubrir.