Santiago González, EL MUNDO, 14/7/12
El PNV no se sintió nunca cómodo con Ermua. Fue desde el principio algo que se escapó a su capacidad de control de los acontecimientos y apenas se esforzaron en disimular ese detalle, salvedad hecha del lehendakari Ardanza que presidía un Gobierno de coalición con el PSE y gestionó la crisis como líder del Pacto de Ajuria Enea. La marea de gente que se negaba al silencio y reivindicaba a gritos la libertad y el nombre de la víctima no era el ambiente que los burukides habrían elegido.
El ertzaina Txema Agirre, fue asesinado frente al Guggenheim, dos meses después de Miguel Ángel Blanco. La manifestación de protesta, orientada por el siseo de los peneuvistas, volvió al silencio acostumbrado, para satisfacción de los jeltzales, que impusieron su consigna: en esta ocasión se notaba que los manifestantes sí eran de Bilbao.
No hay razón para extrañarse de que ayer, en el homenaje institucional a Miguel Ángel Blanco en Ermua, el PNV siguiera aferrado al criterio localista y no enviara a ningún dirigente de mayor nivel que sus concejales en el municipio. En esta ocasión también se notaba que sus representantes sí eran de Ermua. Mientras se celebraba el homenaje a Miguel Ángel en su pueblo, los representantes del PSE, PNV, PP, Ezker Anitza (IU) y Aralar Ez(enarro) en la Ponencia para la Paz y la Convivencia se reunían discretamente, sin convocatoria oficial y de manera clandestina para aprobar los principios y compromisos básicos de la misma.
El documento es una colección de consideraciones pías, tan razonables como inanes, a ratos incomprensibles, como la que abre el documento: «El anuncio de ETA del cese definitivo de su actividad armada el 20 de octubre de 2011 ha abierto un nuevo panorama y un nuevo tiempo (…) la consolidación de este nuevo tiempo solo será posible con la desaparición definitiva de ETA». Si la desaparición «definitiva» (cuánta polisemia encierra esa palabra) de ETA es la condición necesaria para ese nuevo tiempo, no se entiende que no se apliquen todas las energías y toda la fuerza del Estado de Derecho en disolverla y posponer para después las declaraciones, banales o complejas, sobre la paz la convivencia y la humanización.
Tampoco está mal el principio 5, en el que se considera posible una pluralidad de interpretaciones sobre la génesis de la vulneración de derechos humanos, concluyendo que todas ellas se dieron porque algunos antepusieron otros objetivos a la dignidad humana. El razonamiento es difícilmente contestable de puro tautológico, pero hace ya muchos años que había sido resuelto por Jon Juaristi con mucha más claridad, sencillez y, sobre todo, con mejor sintaxis: «En Euskadi se mata porque hay mucho asesino suelto».
Ayer, quince años después de que la vida de Miguel Ángel Blanco se apagara, los representantes de la inmensa mayoría de los vascos –y de las vascas, por supuesto- se reunían a escondidas para alumbrar un papel manifiestamente mejorable desde el punto de vista intelectual, más operativo, desde el político y con más gracia literaria. La semana pasada, el portavoz de los batasunos en el Congreso hablaba con luz y periodistas, en un acto perfectamente reglado en el que se negó a condenar reiteradamente el asesinato de Miguel Ángel. Estarán derrotados, pero hay ocasiones en que no lo parece.
Santiago González, EL MUNDO, 14/7/12