Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli

Quizás la sugerencia de disponer de un kit de resistencia no sea tan ridícula

A lo largo del siglo XX, los Estados Unidos de América asumieron el sacrificado y altruista papel de defender a las democracias occidentales de enemigos totalitarios, los imperios centrales en la Primera Guerra Mundial y el nazismo en la Segunda. A partir de 1945 reinó su indiscutida hegemonía y la OTAN, liderada por Washington, contuvo a la Unión Soviética hasta que ésta implosionó al no poder superar su evidente fracaso frente a la economía de mercado, la aceleración tecnológica y el progreso social del mundo libre. Tras la caída del Muro de Berlín y el efímero espejismo del Fin de la Historia, una nueva coalición de regímenes integristas y autoritarios ha surgido como amenaza existencial para el orden global basado en el respeto a la ley internacional, la renuncia a la violencia a la hora de resolver conflictos, el libre comercio y la garantía de los derechos humanos. La siniestra alianza de Rusia, Irán, China y Corea del Norte, con apéndices menores como Venezuela y Cuba, pugna por imponerse al modelo de sociedad europeo y norteamericano vertebrado en torno a la primacía del individuo sobre el Estado y a la dignidad y libertad de los seres humanos por encima de tentaciones colectivistas.

Una patada al tablero

En paralelo a la consolidación de este renovado enemigo, el resultado de las últimas elecciones presidenciales en la primera democracia del orbe ha roto el esquema tradicional que permitía a Europa, a Japón y al Sudeste Asiático disfrutar de su prosperidad material y estabilidad social confiados en el paraguas militar aportado por Estados Unidos que les ponía a cubierto de posibles ataques de potencias hostiles. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha dado una patada al tablero y las fichas del gran juego se han desparramado por el suelo. Para el magnate neoyorquino y su equipo de políticos conservadores y tecnobillonarios, los principios y valores morales que definen la civilización occidental no son un activo que preservar por encima de otras consideraciones y lo primordial para ellos es la seguridad y riqueza de su país. Este enfoque aislacionista en el ámbito geoestratégico y proteccionista en el comercial está obligando a sus tradicionales aliados a reconfigurar sus planes a corto y medio plazo para suplir el enorme vacío creado por los recios vientos que soplan desde el otro lado del Atlántico.

De entrada, la mejor opción consiste en incrementar significativamente sus capacidades de defensa, diversificar mercados, racionalizar el gasto público y tomar represalias arancelarias de manera proporcional y sin romper la baraja. Al fin y al cabo, no hay que descartar que Trump, una vez conseguidos sus objetivos de equilibrar su balanza comercial con sus socios, de hacerles aumentar considerablemente su contribución al sistema defensivo común, de forzarles a frenar el festival woke y de combatir con efectividad la inmigración irregular masiva, se calme y las aguas vuelvan a su cauce. Sin embargo, también es posible que la flamante Administración republicana decida ignorar a los que percibe como protegidos abusones y consentidos -recuérdese el despiadado discurso de J.D. Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich- y entenderse directamente con China y Rusia para repartirse el mundo percibido como un botín. En otras palabras, esperemos lo mejor mientras nos preparamos para lo peor.

Sálvese quien pueda

Otro peligro tremendamente inquietante nos acecha, por si todo anterior no bastase para situarnos en alerta máxima. Imaginemos que ante la confusión reinante, la división de opiniones entre los Estados Miembros de la UE, el pánico en Asia y una escala temporal de acontecimientos que se nos echa encima, el Reino Unido se vuelca en su “relación especial” con Estados Unidos y le da la espalda a Bruselas, una Francia con una presidenta pro rusa y una Alemania con malos recuerdos de sus etapas belicistas y una pujante derecha partidaria de la Ostpolitik se aproximen a Putin, los antiguos integrantes del Pacto de Varsovia se finlandicen y se desentiendan del destino de Ucrania, Taiwan, Corea del Sur, Malasia, Indonesia y Tailandia busquen el entendimiento con China y Japón, aislado, desarrolle armas nucleares para blindarse frente a la República Popular. A la Pax Americana la sucedería el Salvus fiat qui potest, o sea, sálvese quien pueda. Quizá la recomendación de la jovial comisaria Hadja Lahbib de disponer de un kit de resistencia no sea tan ridícula a la vista de tan estimulante panorama.