EL CORREO 05/08/13
TONIA ETXARRI
El PP, que ha reaccionado muy tarde en el ‘caso Bárcenas’, no debería ahora tumbarse en la hamaca de agosto
Se acaba de cerrar el curso político, tras la comparecencia del presidente Rajoy en el Senado. Pero el debate seguirá su curso en agosto. No sólo porque la ‘tormenta de Bárcenas’ sigue regalando portadas a los periódicos sino porque, después de la refriega parlamentaria, y de los primeros sondeos de encargo para pulsar el termómetro de la credibilidad del Gobierno de España, han quedado dos preguntas sobre la mesa: ¿Volverá la ‘trama Bárcenas’ a la vía exclusivamente judicial? ¿Rubalcaba ha afianzado su liderazgo dentro del PSOE o le seguirán moviendo la silla?
El extesorero del PP, que sigue sin soltar prenda sobre el origen de su fortuna, deberá esperar en su celda el resultado de las comisiones rogatorias porque el tribunal ha considerado que las incriminaciones que le afectan se han agravado en los últimos cinco meses. Pero nadie se atreve a apostar por su silencio en relación con sus excompañeros de partido y la presunta financiación ilegal que él pilotó durante tantos años. En breve declararán ante el juez los secretarios generales del PP: Cospedal, Arenas y Álvarez Cascos. ¿Pero habrá más filtraciones desde Soto del Real? Probablemente. Una baza que le está viniendo muy bien al PSOE para intentar recuperar la fuerza perdida en las urnas. Rubalcaba, reinventado desde su última aparición parlamentaria como «intérprete de ‘sms’», no salió bien parado de su actuación en el Senado el 1 de agosto. Él lo sabe. Ni siquiera pudo disimular el rostro desencajado cuando Rajoy, que hizo el discurso de su vida parlamentaria, le dio un derechazo en la mandíbula con sus propias palabras pronunciadas en momentos en los que la financiación irregular se había instalado en las filas socialistas. Pero sus compañeros guardaron las apariencias porque la apuesta había sido dura. Le ovacionaron. Y hasta los críticos se sintieron aliviados al oirle pronunciar la palabra «dimisión», aunque el latiguillo utilizado –«váyase»– sonara a una copia del bolero entonado por José María Aznar para Felipe González en 1994.
El PSOE se ha atribuido el mérito de haber forzado la comparecencia de Rajoy en el Parlamento. Y hasta los llamados a suceder a Rubalcaba como Eduardo Madina llegarían a decir que su jefe había pronunciado «uno de sus mejores discursos». Pero el secretario general del PSOE necesita reafirmarse como líder. No lució como esperaba en la sesión parlamentaria. Dirige un partido muy hábil y experto en agitación y propaganda. Pero no le basta con aferrarse al eslogan de que Rajoy está «aislado en su mayoría absoluta». Tampoco es suficiente el vídeo en el que los socialistas comparan la intervención de Rajoy con la de Nixon hace 40 años, cuando el presidente norteamericano se defendía de las acusaciones del ‘caso Watergate’. Cualquiera que conozca un poco la historia sabe que el ‘caso Bárcenas’ nada tiene que ver con el ‘Watergate’ de Nixon. Tampoco Rubalcaba nos puede recordar a Kennedy.
Quizá se haya dado una coincidencia de mensajes entre dos mandatarios que intentan defender su honor. A Nixon le salió mal. Se demostró no sólo que mintió sino que él mismo había ordenado espiar a sus adversarios políticos. De momento, contra Rajoy no hay prueba alguna. Los tribunales investigan al extesorero del PP. Pero la idea que acarician los socialistas (forzar la dimisión de Rajoy) está sirviendo de palanca a Rubalcaba para darse un impulso y atornillarse en su sillón de jefe de la oposición. ¿Hará una moción de censura? Se admiten apuestas. En las filas socialistas dicen que es «inevitable». Suena tan poco contundente como la expresión de Rajoy diciendo que no le «consta» que su partido se haya financiado irregularmente.
Quedan más de dos años de legislatura. Por eso, Rubalcaba no se ha manifestado muy entusiasta de la propuesta, a pesar de que los suyos le presionan para que salga adelante. Una vez utilizada para inquietar a Rajoy y después de haber conseguido la comparecencia del presidente del Gobierno ante el Parlamento, el dirigente socialista recuerda que los populares no plantearon una moción de censura, ni siquiera a Zapatero en los momentos en los que dirigía este país con la brújula desnortada. Y, sobre todo, se cuestiona la pregunta del millón. ¿Podrían los 110 diputados socialistas conseguir la mayoría necesaria para presentar la moción de censura y, sobre todo, un candidato alternativo? Vivimos, en fin, un momento político en el que, como diría Romano Prodi con ironía cuando gobernaba Italia, «estamos en una crisis delirante, el país va bien».
Por detrás del escaparate, tanto el PP como el PSOE ven que se les escapan los votos de las urnas. El PP, que ha estado rematadamente lento de reflejos en el escándalo de Bárcenas, no debería tumbarse en la hamaca de agosto. El juez y el fiscal no lo van a hacer. No les hace falta mirar las encuestas de encargo para acusar el golpe del desgaste y ser conscientes de que no volverán a repetir su actual mayoría absoluta. Pero si se contentan con decir que, «pese a todo, aún sacamos más de cinco puntos al PSOE», su barco encallará y sólo la abstención, Izquierda Unida y UPyD recogerán los frutos. Esa sería la única alternativa porque al final del túnel se empieza a adivinar el fin del bipartidismo de hierro que ha monopolizado la vida política española desde la Transición.