EL CORREO 15/01/14
TONIA ETXARRI
Ni para ti ni para mí. Ahí justamente en medio es donde ha querido el PNV volver a acomo darse, como si el debate sobre el fin de la violencia se situara entre dos polos opuestos que podrían representar los dos bandos que nunca existieron. Después de la foto de los excarcelados de ETA en Durango y la imagen del engaño de la manifestación donde se metió el partido de Andoni Ortuzar, confundiendo a sus competidores electorales con unos aliados que siguen justificando la historia de ETA, el PNV está buscando el modo de recuperar su centralidad.
No parece fácil que la consiga si se empeña en decir al Gobierno español que tiene que mover ficha con los presos de ETA porque, entre un Estado obligado a hacer cumplir la ley y los colectivos que exigen que a la banda terrorista se la premie por haber dejado de matar, no hay equidistancia posible. Después de la manifestación más ruidosa de los últimos tiempos en favor de la amnistía para los presos de la banda, el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, debería decir algo más que palabras genéricas sobre los «nuevos tiempos» y los « grandes acuerdos». Aquí todo el mundo tiene que superar el «inmovilismo». Los que hacen alarde de emplazamientos a la nueva época , también. Y ayer el portavoz quiso, en su comparecencia, emplazar al Estado y a los socios de ETA en un cincuenta por ciento.
Resulta engañoso reclamar a ETA su «desarme inmediato» y cruzar la orilla para exigir al Gobierno «otra política penitenciaria». ¿Qué significa eso? Culpar al Gobierno de turno de ser un obstáculo para el cierre de la violencia puede ser una baza cómoda en este macabro juego. Incluso puede tener mucha aceptación popular, ya que la agitación y propaganda de la izquierda abertzale avanza tan inexorablemente que se va asentando en importantes sectores de la sociedad vasca una idea exculpatoria, y hasta frívola, sobre la actual situación, que se podría resumir así: «Ya que ETA no mata, pelillos a la mar».
Lo que debería reclamar el PNV a ETA es que levante la presión sobre los presos, que los está utilizando de rehenes del desenlace final de esta abominable historia. Y, sobre todo, que se disuelva sin contrapartidas. Pero si en lugar de eso, atenazado por la presión de la izquierda abertzale, se apunta a las críticas a una operación policial encaminada a desmantelar uno de los residuos de la banda, se le está escapando la centralidad por la puerta de atrás. El presidente Rajoy hablará de esto con el lehendakari Urkullu. Seguro. Pero antes recibirá a la presidenta del PP vasco. Será hoy mismo.