En la búsqueda de su nuevo papel como principal partido de la oposición, los jeltzales todavía no se han encontrado a sí mismos. De momento, han topado con un Gobierno más resistente de lo que ellos creían. Existe una corriente de opinión pública muy favorable a que el partido mayoritario forme parte de un acuerdo con el Gobierno socialista de López, apoyado por el PP.
Un pulso continuo. Una indiferencia calculada. Algún que otro regalo envenenado. Y de vez en cuando una concesión a precio de oro. Eso es algo de lo que puede esperar el lehendakari Patxi Lopez del PNV a partir de ahora, superados ya los primeros cien días de prueba. Un partido en pleno diseño de la estrategia que le preserve del mismo destino de sus amigos de CiU en Cataluña y convertirse en una fuerza irrelevante en la oposición porque sólo se retroalimenta cuando tiene el poder y que, a pesar de ganar elecciones, no es capaz de ganar alianzas en el Parlamento.
Pasados los primeros cien días, el Gobierno socialista tiene suficientes referencias para hacerse una idea de sus propias fuerzas y de la ingeniería de compromisos a que le pueden obligar las de sus adversarios, y también de sus socios preferentes. El Partido Popular vasco no plantea reproches en la política antiterrorista. Siempre se pueden hacer mejor las cosas, pero el consejero Rodolfo Ares, el hombre fuerte del Ejecutivo de López, lo está haciendo bien en un verano en el que la liberación de la calle invadida por la propaganda terrorista está ocupando todo su tiempo.
Pero se va a encontrar López con un PP muy exigente en la gestión económica. Por convencimiento. Pero también porque se ha decidido que sea el terreno donde marcar distancias con los socialistas. Entre otras cosas y, sobre todo, porque el socio preferente necesita marcar perfil propio para recodar a Patxi López que su apoyo es real, pero no «ciego». El lehendakari tampoco tendrá fácil meter en un cajón la cuestión alavesa y, como los populares se han repartido el papel de duros y blandos, buenos y malos, a veces no sabrá si el PP es el de Alfonso Alonso subiendo el tono de la exigencia por recuperar territorio alavés o el de Basagoiti, siempre más pragmático, garantizando la solidez del pacto a toda costa aunque no de modo incondicional.
En Ajuria Enea ya han podido comprobar este verano que no todo serán palmaditas de los populares y que hasta la presidenta del Parlamento, Arantza Quiroga, está dispuesta a enseñar las uñas, si es preciso. En Euskadi, de las cuatro áreas más ‘vistosas’ para medir el cambio de política con el nuevo Gobierno (Interior, EITB, Educación y Economía), las referentes a la enseñanza y a la estabilidad presupuestaria serán las dos asignaturas más duras a partir del próximo mes de septiembre.
Con esa sensación se fue de vacaciones Isabel Celáa, consciente de que le espera un incremento de la población escolar y sabiendo que su capacidad, o no, de recuperar una enseñanza no discriminatoria por razones lingüísticas estará sometida a la presión de la opinión pública que confía en el cambio. De las dificultades económicas, ese mal tan globalizado, la población no espera milagros, pero sí algo más que promesas demagógicas y recursos tan fáciles como utilizar el dinero público como si se tratara de la ‘pólvora del Rey’. Ese es un flanco tan débil que, a pesar de que Patxi López puso las bases de la mesa del diálogo social en cuanto empezó a gobernar, el PP ya le ha alertado del peligro que tendría incurrir en un estilo de ‘zapaterización’.
Poco que objetar en la lucha contra el terrorismo, en donde ha habido avances tan notables en la actuación de la Ertzaintza, en la liberación de los espacios festivos llenos de propaganda etarra y en el acercamiento a las víctimas del terrorismo, que la mera constatación de ese cambio incomoda al PNV porque queda en evidencia su pasividad en innumerables ocasiones durante todos estos años. Lo que para el PNV significa «teatralidad» y «búsqueda del aplauso del Ebro para abajo», para quienes han apoyado el cambio supone trabajar con el fin de acabar con ETA. Ahí está una de las prioridades del Gobierno; de ahí su pacto tan ‘atípico’ entre dos partidos que en el Congreso de los Diputados hacen de la confrontación su forma de ejercer la política.
Después de la Semana Grande de Bilbao se reanudará el curso político en un ambiente de expectación por los posibles ‘golpes de efecto’ que pueda llevar a cabo el lehendakari Patxi López que, en sus primeros meses, ha sorprendido favorablemente a quienes creían que no iba a ser capaz de romper con la inercia de la permisividad con el entorno político de ETA. En los próximos meses, el Presupuesto será la clave del cambio. La negociación con los grupos políticos servirá de barómetro para medir el apoyo real con que cuenta Patxi López en el Parlamento vasco.
Y se verá también hasta qué punto el PNV sabrá estar a la altura. En la búsqueda de su nuevo papel como principal partido de la oposición, los jeltzales todavía no se han encontrado a sí mismos. De momento, han topado con un Gobierno más resistente de lo que ellos creían. Existe una corriente de opinión pública muy favorable a que el partido mayoritario forme parte de un acuerdo con el Gobierno socialista de López, apoyado por el PP. Pero se trata de una opinión formada muy lejos del propio PNV.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 17/8/2009