Despues del 8 de junio

TONIA ETXARRI, EL CORREO 28/04/14

Tonia Etxarri
Tonia Etxarri

· La próxima celebración de la cadena humana independentista atenaza al lehendakari Urkullu.

Que en la campaña electoral europea se hablará de soberanismo, nadie lo pone en duda. Que unos previsibles malos resultados de CiU puedan ayudar a desbloquear la tensión política entre el Gobierno catalán y el de Rajoy es una hipótesis que, de momento, tan sólo manejan en el PP. Pero que después del paréntesis de la carrera electoral el foco se desplazará hacia la segunda «cadena humana» por la independencia que tendrá lugar en el País Vasco el próximo 8 de junio, provocándole cierta incomodidad al lehendakari Urkullu, eso no se cuestiona ni en Ajuria Enea.

El PNV, que vuelve a subirse al alambre para intentar mantener el equilibrio imposible, está adoptando, de momento, la misma actitud que la que mantuvo Artur Mas con los movimientos de clamor independentista, promovidos por la Asamblea Nacional Catalana. De entrada, observarlos con discreción y cierta complicidad. Comprensivo con ellos hasta el punto de permitir la participación « a título individual» de sus militantes en la cadena y de aprobar en Gipuzkoa una subvención a la iniciativa. Y hasta ahí pueden leer en el PNV oficial. Antes del evento. Pero Artur Mas, al día siguiente de la última Diada, se transformó y decidió ponerse a la cabeza de la manifestación porque el referéndum sobre la independencia era lo que estaba «pidiendo el pueblo». Habrá que tomar, pues, el pulso al gobierno nacionalista de Urkullu después del 8 de junio.

Los independentistas vascos llevan meses preparándose tras la iniciativa ciudadana ‘Gure esku dago’. Quieren emular la cadena catalana adaptándola al País Vasco y Navarra. Porque persiguen desde hace tiempo fijar «una foto clara con la mayoría de Cataluña y Euskal herría por un camino y la del Estado por otro». Un planteamiento maniqueo , como todo el mundo sabe, porque ni todas las comunidades votan en un bloque compacto, ni la democracia parlamentaria se asienta sobre los territorios sino sobre los votos de los ciudadanos.

Pero un planteamiento que la izquierda abertzale exhibe con insistencia y al que el PNV no piensa poner sordina. Estuvo en la Diada de Cataluña , el pasado 11 de setiembre, junto a CiU, mientras EH Bildu enviaba a sus representantes a la cadena independentista. Pero las alineaciones no estuvieron tan claramente diferenciadas como en un partido de fútbol. Porque la cadena terminó arrastrando a ciudadanos de diferentes sensibilidades. La socialista, por ejemplo, que terminó tan tocada desde entonces que la brecha entre los más catalanistas del PSC y la dirección del partido no ha hecho más que agrandarse. La agresión que sufrió ayer Pere Navarro, a pesar de ser un hecho aislado, radiografía con precisión la tensión que están sufriendo los socialistas desde que comenzó a proyectarse el debate soberanista en el Parlamento.

En estos meses en los que la Generalitat ha forzado el pulso con el gobierno central, se empieza a ver a su presidente tan cansado y tan «quemado» (como suele decirse en el argot político) que muy pocos ya se atreven a vaticinar cual será su futuro cuando constate el fracaso de su iniciativa. Ya no debido al «sonoro portazo» (como llaman los nacionalistas al rechazo del Congreso de los Diputados) ni a las «prohibiciones» (así se refieren a las competencias contempladas en la Constitución a las comunidades autónomas) sino porque no tiene atribuciones para llevar a cabo su plan.

Desde la atalaya de Ajuria Enea, el lehendakari Iñigo Urkullu, que de momento ha conseguido saltar sobre los rescoldos de la hoguera que dejó su antecesor Juan José Ibarretxe sin quemarse, observa los errores de Artur Mas. Tiene que definir ya su proyecto en la ponencia del Parlamento sobre el nuevo estatuto. De momento, las «perlas» que va soltando entre la imprecisión de la Nación sin Estado y la soberanía plena junto con el cambio de referencias escocesas, suizas y norteamericanas, sólo está consiguiendo que el resto de partidos se impacienten y le apremien. Tan lento e impreciso va que algunos «ex» de la política vasca van a darle un empujoncito esta semana aprovechando que empieza a subir de tono la publicidad de la cadena humana del próximo 8 de junio.

Mañana martes, el exlehendakari Ibarretxe y la exconsejera socialista Gemma Zabaleta compartirán cartel con el exdirigente de HB Floren Aoiz para hablar del derecho a decidir. El tema preferido de Joseba Egibar, que lo quiere trasladar a los debates de la ponencia parlamentaria. El derecho a decidir por encima del consenso. Pero una papeleta para Urkullu. Como lo es para el Partido Socialista la participación de su exconsejera intentando recuperar protagonismo, ahora como militante de base, en esta polémica. Un dirigente de su partido no ocultaba, en privado, su indignación ante «este exhibicionismo gratuito de los que se van quedando en la cuneta de la política», porque en el fondo, les pone en un aprieto aireando presuntas diferencias que, en estos momentos, y en contraste con los socialistas catalanes, no existen.

El Parlamento vasco contabiliza una mayoría de escaños nacionalistas, aunque la calle vaya por otro lado. Pero el lehendakari no está tan presionado por la izquierda abertzale como lo está Artur Mas por ERC, por la sencilla razón de que no son sus socios de gobierno. Al haber pactado con el PSE y PP, no les necesita para gobernar. Pero los tiene muy cerca. Son la segunda fuerza. El PNV ha dejado de ser lo que fue desde que EH Bildu llegó a las instituciones. Sabe que tiene que medir sus pasos para que la izquierda abertzale no acabe beneficiándose de su ambigüedad calculada.

TONIA ETXARRI, EL CORREO 28/04/14