Francisco Rosell-El Debate
  • La fábrica de ficciones de La Moncloa manufactura mil y un relatos para bombardear a una población hipnotizada por unas televisiones en las que los periodistas son reemplazados por activistas

Jaime Ostos fue un torero de estoque tomar dentro y fuera del ruedo. El diestro astigitano sobrevivió a mortales cornadas que, en su caso, no eran para evitar las del hambre. Y además se puso el mundo por montera como la tarde en que le soltó cuatro verdades al taquígrafo de Franco, a la sazón crítico de TVE y RNE, desenmascarándolo en vivo y en directo en una retransmisión desde Marbella. Plantado ante el comentarista, le endilgó: «Tengo el gusto de brindar la muerte de este toro a Manuel Lozano Sevilla, el trincón más grande y más sinvergüenza que hubo jamás en la crítica taurina». Luego de la zapatiesta, el espada le ganó la demanda al sobrecogedor porque, «si quería el dinero de los toreros, que se pusiera a torear y dejara de robarnos».

Aquel «Jaime Corazón de León» de su época de novillero no estaba loco como corrigió Pepe Luis Vázquez a un reportero. «El que está loco es el que se atreve a lidiar con él», sentenció el «Sócrates de San Bernardo». Sin duda, en el arte de Cúchares y en la política, hay que tener gatos en la barriga y arrear leña desde el inicio sin aperrearse, como opinaba Paco Camino que, poseyéndolo todo para ser único, acarreaba fama de dormirse en los laureles. Y no entre sus detractores, sino de admiradores como el escritor Antonio Díaz-Cañabate, quien puso en boga «la mandanga de Camino» e incendió al «Niño Sabio de Camas».

Valgan estos capotazos para subrayar como la urgencia del instante impone coger el toro por los cuernos a medida que se certifica como el dizque progreso sanchista encierra una manga de puteros y ladrones que, bajo la máscara del feminismo, desprotege a la mujer y que, so pretexto de combatir la corrupción, lo pudre todo. Todo ello con la cobertura del sindicalismo vertical (UGT y CCOO) que sólo protesta contra «el oportunismo» de la oposición tras llenar la andorga con subvenciones y del pacifismo cimarrón que antepone el martirio gazatí a una paz que les prive de su «turismo del ideal» o sus «creencias de lujo» que agravan las penalidades de quienes presumen salvar con mendaz filantropía.

La Moncloa manufactura mil y un relatos para bombardear a una población hipnotizada por unas televisiones en las que los periodistas son reemplazados por activistas

Entre tanto, la fábrica de ficciones de La Moncloa manufactura mil y un relatos para bombardear a una población hipnotizada por unas televisiones en las que los periodistas son reemplazados por activistas –o estos mutan en mercenarios para mantener la soldada– que salmodian las consignas del «Gran Hermano» cada minuto. Entretanto, los «broncanos» del «coronavirus, oe», como tarareaban arropando el negacionismo oficial de primera hora sobre el Covid de los 150.000 muertos, se hacen de oro atesorando propiedades mientras gimotean en los hombros de los empobrecidos con las baratijas sanchistas. Como los parásitos de Víctor Hugo en «Los miserables», gozan de «la alegría de sentirse irresponsables y de que pueden devorarlo todo sin inquietud» al servicio de una «magna latrocinia» con un caudillo que, usando en vano el nombre de la democracia, sacrifica el Estado de Derecho.

Si nada más arribar los Sánchez Gómez La Moncloa trocó en centro de negocios particular y en casino del socialismo de amiguetes, ¿cómo el resto de la «banda del Peugeot» que le aupó a Ferraz y a La Moncloa no iba a hacer otro tanto hasta fijar la «chistorra» –los billetes de 500 euros– como moneda de cambio de un agiotaje que pringa y cuyas huellas dactilares investiga la Guardia Civil? Aunque Sánchez hable ahora de su antigua guardia pretoriana como si no fuera con él y se tratara de intrusos y desconocidos, luego de poner la mano en el fuego por ellos, sus fechorías no podrían haberse llevado a cabo -como los negocios de su mujer y de su «hermanísimo»- sin la voluntad secreta de quien dicta leyes para violarlas en su provecho. Como determinó el clásico, «ninguna hoja se vuelve amarilla sin el invisible conocimiento del árbol todo».

Mas con la productividad de la tienda de embutidos de Ferraz despachando «chistorras» –hasta 2.000 de una tacada y destinario– con «la banda del Peugeot» blanqueando esos billetes de 500 euros en supermercados de Navarra, en Ongs familiares como Fiadelso o con testaferros de su clan. ¡Como para banalizar la desvergüenza con que es cosa del «trío sacapuntas [Ábalos, Koldo y Cerdán]»! No obstante, aciertan cuando añaden, creyendo restar importancia a la impudicia, que es «más de lo mismo».

Y tanto después de urdir una moción de censura con una sentencia falsa defendida en el ambón de las Cortes por quienes, en cuanto se supo el desenlace de la votación, se pusieron a trincar a calzón bajado –stricto sensu– y luego mercadearon la reelección de Sánchez con Puigdemont para seguir esquilmando al Estado que el prófugo golpista, por su parte, quería romper. Es milagroso que España sobreviva siendo esa navecilla que, como anima sor María Jesús de Agreda al deprimido Felipe IV, «no ha de naufragar jamás, por más que llegue el agua al cuello».

No cabe un Gobierno indecente sin un país que no sea presa de la peste negra que lo corrompe en silencio

Sin embargo, no cabe un Gobierno indecente sin un país que no sea presa de la peste negra que lo corrompe en silencio y sin estrépito como se ensayó durante el estado de alarma por el Covid. Así, bien por retroceso democrático, bien por daltonismo político, unos sobres de dinero negro como los del contable del PP, Luis Bárcenas, cuestan gobiernos a unos partidos, como debe ser, y otros pliegos -con fotografía con el anagrama del puño y la rosa- los sueldan proclamando desopilantes: «¡A mí con sobrecitos!». Es la anomalía de una España que es el único país europeo donde la corrupción no acarrea dimisiones cuando por menos lo hace con primeros ministros de Reino Unido, Austria, Estonia, Lituania, Portugal o Serbia.

Como los socios se harán tirabuzones con la famosa línea roja de la financiación ilegal del PSOE en contra de lo que arguyeron cuando la ristra de la corrupción ya anudaba bastantes chorizos antes de las chistorras de a 500 y con Sánchez propiciando con sus provocaciones el «voto llamada» a Vox en detrimento del PP con su política de portazos al no administrar instancia alguna, Feijóo debe torear a dos manos. Sin perder la cabeza, debe situarse, como dictaba Pepe Luis Vázquez, en un terreno en el que el público sienta que el toro le puede voltear, porque de ahí surge la emoción y la convicción, para derrotarlo sin que las astas rocen el capote y la muleta.

Para ser presidente del Gobierno, no basta quererlo, sino querer querer de verdad, no quedándose suspenso como el fiel de la balanza ante quien entró como huésped en La Moncloa para convertirse hoy en dueño y mañana amo y señor. Algo que debiera tener en cuenta asimismo Vox, salvo que le baste ampliar el chiringuito de intereses. La gravedad del momento exige que ambas formaciones trabajen juntas sin estarlo demasiado como esos pilares del edificio que están distanciados matemáticamente para sostenerlo con consistencia. Siempre que la prioridad de Abascal sea desalojar a Sánchez, y no a Feijóo, bajo el estupefaciente incienso de las encuestas de lance. Algo que está por ver. Pero ojo que, según el historiador griego Polibio, también se muere exagerando los principios hasta resultar hostiles.