Editorial-El Correo
- Putin desprecia con enviados de ínfimo nivel la cita de Estambul que él mismo convocó, entre la comprensión de Trump y la inacción europea
La espantada de Vladímir Putin en la «negociación directa» que él mismo había convocado para ayer en Estambul retrata a la perfección sus intenciones respecto a la invasión de Ucrania, que va camino de cumplir tres años y tres meses. El autócrata ruso ofreció una farsa que pretendía reproducir el encuentro que los dos países celebraron en Minsk en abril de 2022, cuando envió a la misma delegación de ínfimo nivel, sin capacidad alguna de decisión y con una única meta: obtener la rendición de Kiev. En todo el tiempo transcurrido y miles de muertos después, el objetivo del Kremlin sigue siendo el mismo: terminar con la soberanía e independencia del país vecino, instalar en él un gobierno títere sin opción a emprender el camino de la integración en la Unión Europa y la OTAN que demandan los ucranianos.
La decisión de Volodímir Zelenski de encabezar la representación de su país en Turquía logró dejar patente la absoluta falta de voluntad de Rusia de sentarse a negociar un alto el fuego de treinta días, que se supone que también reclama Estados Unidos, como paso para abordar el final del conflicto. Vio que los enviados del adversario no estaban a la altura de las circunstancias, pero fue consciente de la necesidad de cumplimentar al anfitrión Erdogan. Y de anticiparse a una nueva reacción desvergonzada de Donald Trump -«que nadie nos pueda acusar de no buscar la paz»- al confiar a su ministro de Defensa el estéril encuentro con los enviados rusos, si llega a producirse. El presidente de EE UU, en medio de su peregrinación por las monarquías del Golfo, fue todo comprensión hacia la incomparecencia de Putin. Que Trump sostenga que la guerra solo terminará después de una cumbre entre ambos obliga a preguntarle a qué espera para fijar fecha.
El desapego de Washington hacia la suerte de Ucrania obliga a volver la vista a la imagen de indecisión que trasladan los grandes países de Europa. Más que lanzar desafíos verbales que no se llevan a término, conviene asegurar la eficacia del enésimo paquete de sanciones contra Moscú. Y prepararse para retos como el que afrontó el miércoles Estonia, cuando un avión ruso violó su espacio aéreo -y de la OTAN- para impedir el registro de un ‘petrolero fantasma’. La cumbre de la Alianza del mes que viene no se entendería sin la presencia invitada del país que demuestra cómo defenderse del expansionismo ruso apoyado por China, Irán y Corea del Norte.