Rosario Morejón Sabio-El Correo
- Crece en Europa el apego a una sociedad opuesta al neoimperialismo de Putin
La guerra de Putin está a punto de cumplir dos años. Los ucranianos resisten. Y pese a Viktor Orbán, las opiniones públicas europeas continúan apoyando a Ucrania tras la invasión rusa del 24 de febrero de 2022. El Eurobarómetro publicado en diciembre lo confirma. Los temores de un conflicto nuclear, los crímenes en los frentes y ciudades, las deportaciones de niños han consolidado una solidaridad con el pueblo ucraniano y la cohesión entre los europeos, una vez destrozada su seguridad desde el Kremlin.
En el conjunto de la UE, el 72% de los encuestados son favorables al sostenimiento financiero de Kiev; más del 84% defienden todavía la acogida de refugiados ucranianos, seis millones de personas que han abandonado el país agredido. De cada diez investigaciones, seis refuerzan la compra y el suministro de armas para contribuir en esta guerra centroeuropea. Más de dos tercios en los sondeos sustentan las sanciones contra Rusia. La batalla energética entablada entre Moscú y los Veintisiete el invierno anterior no provocó el decaimiento de las opiniones europeas a pesar de su fuerte impacto en el aumento de los precios.
Para Tara Varma, del Brookings Institution en Washington, los europeos perciben «los destinos de Ucrania y de Europa claramente vinculados. Resultaría una verdadera derrota moral y militar abandonar ahora cuando la población civil es atacada prácticamente a diario por Rusia». Frente a los discursos ‘ucranoescépticos’, emerge entre los occidentales la defensa de un modelo político asentado en la democracia liberal, el respeto a las reglas internacionales y la soberanía de los Estados. Se acrecienta el apego a una sociedad opuesta al régimen fascistoide y neoimperialista de Putin, en el que la violencia sistemática anula cualquier discrepancia. Ante el totalitarismo del nuevo zar, los europeos se agarran a unos valores comunes que les confieren más orgullo de ser europeos. ¿Por qué negárselos a los países de Europa central?
Otra consecuencia de la invasión rusa es la reintroducción en este contexto tan conflictivo de la disuasión atómica. El regreso de la guerra total a Europa lo ha cambiado todo. El enfrentamiento sustituye a la cooperación y, en el debate estratégico, lo nuclear recupera un lugar central. El exministro alemán de Exteriores Joschka Fischer propone que la UE tenga su propia fuerza nuclear para contrarrestar una eventual deserción del paraguas estadounidense. La retórica nuclear de la que se sirve Putin y la posible reelección de Trump agitan temas tan vertiginosos. Para el canciller Olaf Scholz, «este debate no tiene sentido»; Berlín se coloca bajo la protección nuclear estadounidense y de la OTAN, añadió el mandatario a ‘Die Zeit’.
Los adeptos a la disuasión nuclear destacan que gracias a ella Vladímir Putin ha contenido sus deseos sobre los países de la OTAN vecinos de Ucrania. En la paz atómica, el arma nuclear sigue siendo un potente estabilizador que hace muy improbable un enfrentamiento militar a gran escala entre los Estados dotados de este recurso.
Ucrania ha perdido dos ocasiones para disfrutar de la protección de la disuasión nuclear. Tras el estallido de la Unión Soviética, la diseminación del arsenal atómico soviético entre cuatro repúblicas -Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán- levantaba escalofríos entre los occidentales. En 1994, los dirigentes de los nuevos países independientes fueron convencidos de ceder sus ojivas a Moscú. Los ucranianos desconfiados no ocultaron sus reticencias. El presidente Leonid Kravtchouk sucumbió a la dura presión estadounidense: firmaba un memorándum en Budapest según el cual Moscú, Londres y Washington ofrecían todas las garantías de seguridad para sus fronteras y la integridad de su territorio a cambio del abandono de su fuerza nuclear. La anexión de Crimea por Rusia en 2014 probó la firmeza del tratado.
La segunda oportunidad de disuasión nuclear desperdiciada para Ucrania y todos los europeos es la de la cumbre de la OTAN de 2008 en Bucarest. La canciller Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy dieron al traste con el intento de George W. Bush de iniciar la adhesión de Ucrania y de Georgia al Tratado del Atlántico Norte. Al privar a estos dos países de la protección nuclear de la Alianza, la Rusia de Putin fichaba sus presas.
Hoy, en la Academia Militar sueca de Karlberg se pregunta a Macron: «Francia es el único país de la UE con capacidad nuclear independiente. ¿Esto le confiere una responsabilidad en la protección de la seguridad y la unidad europea en relación al paso del mar Ártico?». El presidente francés, rotundo, recuerda la doctrina de su país: la disuasión nuclear cubre «los intereses vitales de Francia que tienen una dimensión europea, lo que nos confiere una responsabilidad particular». Respuesta a un oficial sueco en una nueva era.