Editorial-El Correo
- El demoledor impacto de la trama de mordidas noquea al PSOE, aboca la legislatura al abismo y arrastra al país al descrédito sin remedio a la vista
La corrupción ha vuelto a demostrar con toda la crudeza sus efectos devastadores en la vida política e institucional. La entrada de los agentes de la UCO el viernes pasado en Ferraz, sede del PSOE, y en el Ministerio de Transportes es la imagen más gráfica del alcance del escándalo. Salvando las distancias, recuerda a la conmoción que sacudió al PP cuando la Policía registró su central de Génova, en un intento de hallar la ‘caja B’ descrita en los papeles de Bárcenas. Los ordenadores buscados por los investigadores, y destrozados antes a martillazos por los populares, según la leyenda, son ahora cuentas de correo electrónico clonadas de Santos Cerdán, el dimitido secretario de Organización de los socialistas y presunto gestor de las mordidas a cambio de contratos públicos. Y discos duros incautados en oficinas de empresarios corruptos o en la misma casa del exministro José Luis Ábalos, alguno oculto en el pantalón de su compañera de piso.
Para Mariano Rajoy fue el principio del fin tras una lenta agonía, derrotado en la moción de censura de Pedro Sánchez. Para Sánchez, podría ser la puntilla a una legislatura abocada al abismo y que venía ya lastrada por el choque contra poderes públicos como la Judicatura y el avance de los frentes judiciales que le acorralan: las investigaciones a su mujer, a su hermano y al fiscal general, los dos últimos al borde del banquillo. El elocuente distanciamiento de sus socios parlamentarios remarca la crisis de confianza en el presidente, pese a su obstinada resistencia. Aunque sea con maniobras de distracción como el informe sobre el apagón, la abolición de la prostitución o el plante a la OTAN, asuntos de calado que merecen un debate serio, pero casualmente aireados en el momento más nauseabundo de las revelaciones de quienes eran sus colaboradores más estrechos.
Lo peor quizá para el ciudadano es la ausencia de un remedio a la vista que dé la vuelta a una situación límite. Ni el Gobierno ni el PSOE, con un núcleo duro formado por ‘barones’-ministros nombrados por Sánchez, han dado muestras de eficacia contra la crisis. Tampoco la oposición suma suficiente para desplazar a Sánchez, y menos con la insistencia de Alberto Núñez Feijóo en incomodar a eventuales socios como Junts y PNV con sus ataques a las lenguas cooficiales. Atrapado en el callejón sin salida del ‘y tú más’ mientras persiste el temor a nuevos datos comprometedores, el país se ve arrastrado al descrédito, sin poder lucir su economía ni solucionar los problemas reales.