Luisa Etxenike, EL PAÍS, 6/8/12
Un debate público tan endogámico y especular como el nuestro, circunscrito mayormente a la sola clase política y sus reflejos cruzados, tiende a acuñar expresiones que enseguida se imponen como las únicas o más usadas para describir ciertas cuestiones, de manera que pronto todo el mundo se pone a llamarlas, es decir, a abordarlas igual. Con los inconvenientes que ello implica: desgaste de los conceptos, saturación de los sentidos y, en general, reducción del horizonte del intercambio por efecto de esa monodieta expresiva.
Durante decenios, la presión de la violencia terrorista ha obligado a muchas personas a abandonar Euskadi. Ahora, a la posibilidad de que estos exiliados vascos vivan de nuevo aquí se la define principalmente con el término “retorno”. A mí no acaba de convencerme esta palabra. Quizá, en primer lugar, porque me resulta demasiado evidente: es algo así como la primera opción cuando se quiere hablar de regresar. Y no creo que en algo tan complejo como este exilio haya que contentarse con primeras opciones de nada; hay que ir más allá. Lo que me lleva a una segunda objeción más profunda. “Retorno” se asienta sobre la noción de la vuelta, o mejor, refuerza la idea de la vuelta, de que se puede volver. Lo da por hecho. ¿Pero volver a dónde, hacia qué? Hablar de retorno sin más no sólo no responde a estas preguntas, ni siquiera las plantea.
Y yo creo que hay que plantearlas, buscar expresiones que las evidencien y contribuyan a responderlas. A precisar a dónde van a volver estos exiliados; qué estaciones de llegada les propone ahora mismo Euskadi. Y por eso pienso que es más útil hablar, por ejemplo, de devolverles a los exiliados una casa. Casa en el sentido más social del término. Casa como convivencia de respeto, de seguridad, de articulado perfecto de las garantías democráticas. Creo que hay que devolverles un país como una casa, que era lo que no tenían cuando se tuvieron que marchar. Porque la casa de uno es precisamente el lugar donde no se teme, donde no hay que temer que alguien salga de un rincón o de una sombra y te agreda. Por eso tuvieron que exiliarse, porque Euskadi había dejado de ser una casa para ellos. ¿Lo es ahora? Esta me parece la pregunta esencial que tienen que clarear las expresiones para referirse a un exilio vasco reversible y que debe responder el debate político. Y ser una casa para los exiliados, devolverles una casa, pasa, a mi juicio, por evitar actitudes democráticamente “ruinosas”. Como la de manipular el lenguaje (¿no sabe el PNV lo que de verdad significa un pucherazo?) O como la de fragilizar el valor del consenso. Por eso no creo que un cambio en una loey Electoral deba hacerse por simple mayoría o sin sentido común, sin el profundo sentido de lo común, de lo hecho entre todos. Pienso que la casa que hay que devolverles a nuestros exiliados debe formar precisamente una comunidad, una gran comunidad de vecinos dispuestos a apoyarles.
Luisa Etxenike, EL PAÍS, 6/8/12