Contra el prejuicio que tiende a considerar varias veces centenarias las tradiciones propias, el Aberri Eguna, día de la patria, es una tradición reciente que los nacionalistas celebran en la Pascua de Resurrección en memoria de aquel venturoso día en que Sabino Arana descubrió que él no era español, según le explicó pacientemente su hermano Luis. El primero fue en 1932 y desde 1937 hasta el final del franquismo no hubo más por razones obvias. El de 1977 de desarrolló entre cargas policiales y fue en 1978 cuando tuvo lugar el primer Aberri Eguna multitudinario en las tres capitales vascas y Pamplona, y convocado por todos los partidos, salvo UCD y AP.
En la de Bilbao hubo más de 100.000 manifestantes y en la pancarta, que sostenían entre otros Ramón Rubial, Nicolás Redondo Urbieta y Txiki Benegas, se reclamaba el derecho de autodeterminación en el texto constitucional. No era bastante, al parecer. Una de las características más señaladas de los nacionalistas es la negación de los consensos, la huida del lugar e los acuerdos. Por eso, a partir de aquel año no volvió a convocarse un aberri unitario. No ya con socialistas y comunistas. Tampoco ha vuelto a haber unidad entre los propios nacionalistas: el PNV convocó en Bilbao, EA en San Sebastián y Herri Batasuna en Pamplona. Y se inventaron una festividad a su medida: el Alderdi Eguna o día del partido, que tendría lugar el último domingo de septiembre, donde la vieja formación nacionalista convocaba a los suyos a las campas alavesas para estar orgullosamente solos.
El Aberri se celebraba en Bilbao, en la Plaza Nueva, donde se ha celebrado también este año. No hubo ayer mucho énfasis independentista, Arzalluz ponía más calor en estas cosas. No tengo yo para olvidar el aberri de 2003. Así arrancaba el manifiesto: “Cuenta la Biblia que los israelitas, dirigidos por Josué en su largo camino hacia la libertad, reconstruían la ciudad de Jericó con una mano en el pico y la otra en la espada”. El presidente, que tenía un pasado religioso, va y confunde la demolición de Jericó con la reconstrucción del muro de Jerusalén. Lo primero está en el libro de Josué, lo segundo en el de Nehemías. Jericó la destruyeron a conciencia, recuerden las trompetas, la caída de las murallas y el exterminio de toda persona o animal que hubiese dentro. Con una excepción: Rahab, la puta del pueblo, en cuya casa se habían alojado Caleb y Josué, los espías israelitas, de cuya profesionalidad habla sobradamente su capacidad para orientarse.
Este año, Bildu tuvo el poyo moral de los golpistas catalanes, ERC, CUP y Junts y la novedad más destacable en el discurso de Ortuzar, en el que invocó el derecho a la autodeterminación del Sáhara, Ucrania y Euskadi. Esto es una cláusula de estilo. Autodeterminación es una palabra talismán que se invoca venga o no a cuento. Por ejemplo, cuando la ejercieron las dos Alemanias, sin reparar en que allí fue para reunificarse, no para dividirse. El presidente del PNV culpó al PSOE y al PP de haber facilitado la entrada al Gobierno de Castilla y León “a los fachas de Vox”. Es mucho desahogo para un partido que ha basado su poder en el hecho de que una banda terrorista con la que guardaba alguna afinidad ideológica, asesinaba a sus adversarios. Es lo que hay.