EL MUNDO 30/09/13
SANTIAGO GONZÁLEZ
Decíamos ayer. El Partido Nacionalista Vasco, como cada último domingo de septiembre desde 1978, celebra el Alderdi Eguna (Día del Partido). El PNV es lo que tiene, que todo en él parece tradicional y de origen remoto, cuando la tradición no es más que una mano de betún de Judea para poner una pátina de antigüedad sobre su propio yo.
En realidad, aquel 3 de junio de 1893 en el que Sabino Arana pronuncia su discurso fundacional en el caserío de Larrazabal, a los postres de una cena –qué sería de las gestas sin meriendas– hacía ya tres años que Perezagua había fundado la Federación Socialista de Vizcaya.
O sea, que ni siquiera fueron los primeros, pero más vale llegar a tiempo que rondar un año. O varios. El origen de la fiesta que cada año concita a la familia nacionalista en Foronda arranca de un rasgo de carácter del nacionalismo vasco, que es el horror a los consensos. En 1978, año clave de nuestra transición, el PNV había recuperado una tradición de recorrido corto: la celebración del Aberri Eguna (Día de la Patria), fundada en 1932, en recuerdo de aquella Pascua de Resurrección en la que Sabino encontró la luz en las palabras de su hermano y comprendió que él no era español.
Comprenderán que, entre la primera formulación sabiniana –«Euzkadi es la patria de los vascos»–, y el eslogan del partido en 2013 –«I am basque»–, sólo hay un cursillo de inglés elemental, aunque el lema tenga su legitimidad de origen en Aguirre, el primer lehendakari de la historia. ¿En la alta edad media? No, en 1936, pero los vascos se han dado mucha maña en convertir sus tradiciones en un cemento de fraguado rápido.
Más rápido fraguan las de Mas, podríamos decir al ver que, en este mismo domingo, CDC ha celebrado en Igualada su primer Dia del Partit, aunque sería prematuro afirmar que el honorable participará también en la segunda edición. El Alderdi Eguna ofreció algunas novedades; más que nada, por el contexto. Hacía cuatro años que el PNV no podía mostrar a su par director: un Urkullu en el Gobierno y un Ortuzar en el partido. Y bien avenidos, porque fue en un día como éste y en la misma campa, cuando Ibarretxe representó ante sus 100.000 (siempre son 100.000) una versión actual del asesinato de Julio César. Ibarretxe fue un Bruto convincente. Arzalluz hizo de César con mayor solvencia aún, precisamente porque no se sabía el papel y su gesto de sorpresa fue tan auténtico que parecía del método.
Por lo demás, y a pesar de que Urkullu es un orador bastante soso, el par director demuestra haber aprendido del error Ibarretxe. «Seremos una nación en Europa a nuestro ritmo sin peajes ni barreras», dijo Ortuzar. Seremos la decimotercera estrella, decían cuando la UE tenía doce estados miembros. Hoy, las estrellas siguen siendo doce y los socios, 27. Esperarán a ver cómo resuelven catalanes y escoceses lo suyo en 2014; verán si en mayo de 2015 consiguen desalojar a los intrusos de Álava y Vitoria (el PP) y de Guipúzcoa y San Sebastián (Bildu), y después ya se verá. No muestran prisas y ésa es una actitud prudente. Que no corran, que es peor.