LUIS VENTOSO, ABC 08/09/13
· Entenderse con Mas y Junqueras es sencillo. Si les das todo lo que piden.
Resulta indignante la cerrazón del presidente del Gobierno ante las propuestas del presidente de la Generalitat, tan razonables. ¿Cómo puede ser que el presidente de España se niegue autorizar un referéndum que supondría el pistoletazo de salida para intentar acabar con la nación que preside? Pura intolerancia. Una carencia alarmante de capacidad de diálogo. ¿No sería más sensato que el presidente de España felicitase a Mas y Junqueras por su feliz iniciativa, les diese un cálido apretón de manos y bendijese el proceso para iniciar la destrucción de una de las naciones más antiguas de Europa? ¿No honraría a Mariano Rajoy el ganarse un hueco en los manuales de historia como el presidente felón que facilitó el cuarteamiento de lo que ya desde el lejanísimo Imperio Romano se llamaba Hispania?
Artur Mas considera que la Constitución aprobada en libre referéndum por todos los españoles (90,4% de apoyo en Cataluña) es papel de fumar. Su argumento es impecable: la Constitución no debe ser respetada porque así lo han decidido él y sus afines. En algunas naciones atrasadas (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, España, Japón) impera todavía un sistema arcaico denominado democracia parlamentaria. Los ciudadanos eligen a sus representantes, que elaboran en el Parlamento las leyes que obligan a todos, de las cuales la primera es la Constitución. Para reformar la Carta Magna, aprobada en libertad, se establecen unos cauces legales, que exigen unos determinados apoyos parlamentarios.
Por fortuna, esa manera anacrónica de concebir la política ha sido superada por Junqueras y Mas, padres de la dictadura del sentimiento. Subjetivamente, olfateando la brisa desde sus despachos, ellos decretan que en la calle existe un sentimiento imparable, que aboga por fumarse todas las leyes en vigor. A partir de ahí, las sentencias del Supremo y el Constitucional pueden incumplirse. Los representantes del Estado en Cataluña –la Generalitat es Estado– pasan a dedicar sus energías al desguace del mismo, dilapidado el dinero público en propaganda. ¿Cómo puede ser que Rajoy pretenda hacer cumplir la Constitución y las leyes en una comunidad autónoma española? ¿Dónde está su capacidad de diálogo? No es extraño que Rubalcaba y su periódico afín le afeen tan retrógrada conducta.
Convergencia nos recuerda cada día que España roba a Cataluña y que somos una panda de vagos que vivimos a su costa. Cierto que la deuda de la Generalitat está considerada bono basura. Cierto que logra financiarse solo porque forma parte de España. Cierto que el grueso del negocio catalán bebe de España. Cierto que históricamente el Estado ha ejercido una discriminación positiva a favor de Cataluña. Pero la realidad empírica no importa. Quien no reconozca que es un ladrón que vive a costa de Mas y Junqueras agrede a Cataluña.
Hay gente intolerante que se niega a aceptar que los independentistas siempre tienen la razón y que representan a toda Cataluña (aunque la mayoría no quiera la independencia). Incluso existen muchos catalanes que creen que siendo el español el idioma más hablado en Cataluña resulta inaudito que esté prohibido en sus escuelas. Otros llegan a demandar que se respete la ley. Algunos lamentan que mientras la sanidad hace agua se despilfarre un dinero que no hay en adoctrinar a los ciudadanos con una televisión mastodóntica y subvenciones a granel a los medios. Algún locuelo ha llegado a comentarme que si a la marcha de la Diada acude un millón de personas (inflando las cifras a saco, como siempre), habrá 6,5 millones de catalanes que habrán pasado del tema. Gente extraña. Alérgicos al diálogo.
LUIS VENTOSO, ABC 08/09/13