ABC 16/02/17
LUIS VENTOSO
· Falta el primer buenista que concrete qué hay que dar a los separatistas
AVISO: este es otro de esos «artículos soporíferos» sobre el envite nacionalista. Asombrosamente, según el CIS solo el 2,3 por ciento de los españoles se declaran preocupados por el independentismo. En algunas tertulias se ha vuelto habitual que el presentador pida disculpas por aburrir con el desafío catalán. Los artistas «comprometidos» jamás tocan el tema (defender España es casposo). Los separatistas tampoco son reconvenidos en las cacerías televisivas al rojo vivo, ni están en la diana del pelotón de guionistas que le escribe los sarcasmos al busto parlante Wyoming. En cuanto al frikismo podemita, solo se ocupan de la insumisión para tenderle la alfombra. Pero ese muermazo separatista que tanto aburre a los diletantes es el mayor problema de España, por ser el único que amenaza su existencia (el segundo es el demográfico: está probado que si la fertilidad cae por debajo de la tasa de reemplazo resulta casi imposible que un país afronte sus deudas).
La sedición ha sido tolerada tanto tiempo que para salvar a España es posible que ahora haya que aplicar el artículo 155, que prevé la intervención de una comunidad insurrecta. En una situación tan límite, lo normal sería que los partidos españoles, la gente de la cultura, los medios y la sociedad se uniesen sin fisuras frente a los sublevados, que quieren romper nuestro país este mismo año mediante un acto golpista promovido desde las instituciones. Pero no. Parte del Madrid político y mediático se dedica a dar oxígeno a los separatistas, afeando al Gobierno que «no dialoga». Tal es la postura del primer periódico, o del PSOE y su apéndice nacionalista, el PSC. Sin embargo, los apóstoles del diálogo jamás concretan: ¿qué proponen que les dé el Gobierno a los separatistas para evitar que rompan España? Espectacular silencio. Porque la verdad es que ninguna concesión hará que renuncien, pues los nacionalistas profesan un fanatismo cuasirreligioso (por no hablar del agravio para el resto de los españoles que supondrían las dádivas).
Solo caben dos defensas. 1) Aplicar la ley rápido y con energía, reforzando además las penas mediante un gran acuerdo PP-PSOE que revierta las indulgencias zapateristas. 2) Inculcar las ventajas de la unión y las bondades de España. Es decir, fomentar el españolismo. Porque no nos engañemos: un sentimiento de apego solo puede contrarrestarse con otro que ocupe también los corazones. Para ello harían falta un PSOE en su sitio y un Gobierno didáctico y con vuelo discursivo (¿cómo es posible que ni se molesten en que alguien le escriba a Rajoy unos discursos mínimamente empáticos?). Se necesita la implicación activa de los intelectuales y los medios y un Gobierno que responda política y mediáticamente ante cada envite. Las esforzadas maniobras de la diplomacia sorayesca son como frenar a un conductor ebrio regalándole botellines de ginebra.
Días atrás, el poder catalán acosó a los jueces en la calle de una manera insólita, gravísima. Pero el presidente del Gobierno no se molestó en salir a hacer una declaración formal en defensa del Estado de Derecho y la unidad de España. Qué lamentable abulia y qué indefensión para la mayoría de catalanes que se sienten españoles.