Días de cadena y Fanta

EL MUNDO 31/08/13
SALVADOR SOSTRES

La cadena humana es un rodeo más que van a dar los independentistas para por un lado decir que quieren la independencia y por el otro asegurarse de que no la consiguen. Después de una manifestación multitudinaria, de un concierto interminable en el Camp Nou y de una cadena de hombres y mujeres cogiéndose de las manos entre Deltebre y Francia, habrá que ver qué performance montan para el año siguiente. Cuando hay ganas de fiesta, la imaginación se dispara.
La independencia es, sobre todo, pagar un precio. Asumir el desafío, acudir al choque y pagar el precio. La independencia es actuar y la acción aclara las ideas. La independencia es presentar batalla y ganarla. Pero en la Cataluña del independentismo naíf y buenista, con tener razón y ridiculizar a España parece que les basta.
Todo el mundo habla de la cadena y de lo que nos roba España. Nadie se pregunta si después de 33 años de autonomía y de competencias transferidas se han hecho las cosas de la mejor manera posible. Puede que Cataluña aporte más dinero del que debería a las arcas del Estado, pero incluso contando con que estos recursos fueran devueltos a la Generalitat, el Govern colapsaría en pocos años porque lo que de verdad «nos roba» son las políticas socialdemócratas de intervencionismo y subvención. Nos roba el dinero y nos destruye la esperanza.
Todo el mundo parece muy valiente colgando banderas en los balcones y echándose a la calle, pero a finales de noviembre volverán a vencer los bonos patrióticos que emitió Montilla y mantuvo Mas, y España tendrá que volver a rescatar a la Generalitat, que no habrá conseguido reunir el dinero. Si el independentismo tuviera menos orgullo estéril y más sentido del honor, cada una de las 350.000 personas que conformarán la cadena pondrían 10.000 euros para predicar con el ejemplo y realizar por fin un acto de independencia concreto, evitando que Cataluña tenga que depender una vez más de España.
Hay un modo mucho más rápido, elegante y cómodo de cubrir estos 3.200 millones de deuda patriótica: estos empresarios que tan independentistas se proclaman, y tan repentinamente cansados dicen estar de esta España que ha sido siempre su principal mercado, podrían traerse los decimales de lo que tienen en Suiza y con ello bastaría para que Cataluña fuera más libre de lo que será en noviembre.
La cadena humana tendrá mucho éxito, como lo tuvo la manifestación del año pasado y el reciente concierto del campo del Barça; como lo tiene y tendrá, en el mundo independentista, cualquier cosa festiva que no sirva absolutamente para nada. Mis amigos independentistas más optimistas dicen que es un milagro que después de 300 años el sentimiento perdure. Les suelo responder que el milagro es pasarse 300 años queriendo algo sin conseguirlo, y que por lo tanto algo falla, algo que es culpa nuestra y no de España.
La independencia es pagar un precio y los independentistas son una barra libre hasta la madrugada. Las promesas de que separados de España seremos más ricos son falsas, porque de momento, los gobernantes catalanes han demostrado ser, como mínimo, tan mediocres, tan poco imaginativos y tan corruptos como los españoles.
Si hubiera que asociar una bebida a la cadena, ésta sería sin duda la Fanta.