Al PSOE de Sánchez le cumple una definición autocrítica que el ex vicelehendakari Mario Fernández hizo sobre el PNV: “El nacionalismo camina entre una mitificación del pasado y la ensoñación de una utopía de futuro. Pero en medio, sobre la ancha vaguada del presente, no tiene nada que decir”.
He recordado estas declaraciones que le hizo a Luis de Benito en RNE ante el portentoso espectáculo de la última ocurrencia de Producciones Redondo. Pongamos que hablo de ‘España 2050’, que el jueves presentó Sánchez en el Reina Sofía con pompa de medio luto y el desinterés de una parte sustancial del Ivex 35, inasistente. Llevamos tres años en el gobierno del pasado, entre ajustarle cuentas a Franco y la quimera de diseñar España para 2050.
El ‘spin doctor’ de la Moncloa reivindicaba su autoría mediante una deplorable tribuna en ‘El País’ del lunes, un elogio desmesurado del largo plazo. En el documento se reproduce un gráfico extraordinario de cómo van a irnos las cosas en los próximos 30 años. ‘Asíntota a la felicidad’ podría titularse. La realidad del presente nos la explica en la tele una ‘Isóbara’. Normal que el futuro nos lo represente una asíntota.
A partir de la tribuna ‘redonda’, di en buscar la fuente de inspiración del artista. Y creo haberla encontrado en una información de ‘El Plural’ del 1 de octubre pasado que contaba la iniciativa del Museo Reina Sofía (caramba, qué coinsidensia) y el Banco Santander. ‘Cápsula 2050’, un estuche en la que se guardasen las emociones y las inquietudes de adolescentes de hoy en forma de videos y escritos para ser desenterrados en 2050. Sin conocer este proyecto, la gran Rebeca Argudo hizo un disparo a ciegas en Twitter que dio justo en el blanco, al decir que no debía presentarlo Sánchez, “sino introducirlo en una caja sellada que se abriera ese año y se retransmitiese su lectura en prime time”.
El PSOE ya era un partido nacionalista antes de Sánchez. El ‘New York Times’ glosó en 1982 la llegada al Gobierno de España de ‘los jóvenes nacionalistas’ del PSOE y la melonada esta de Iván ya se les había ocurrido en el felipismo, aunque más a corto plazo. Fue en 1990, se llamó ‘Programa 2000’ y era un intento de imaginar el socialismo a la llegada del siglo XXI. El programa 2000 no llegó a conocer el nuevo siglo. En 1996, Aznar le madrugó las elecciones a González. Hoy no guarda memoria ni Google, a pesar de que el prólogo del manifiesto era de Willy Brandt. Si teclean en el buscador ‘Programa 2000’ solo encontrarán los planes de Pujol para someter a Cataluña al nacionalismo. Ni siquiera los telediarios del jueves guardaron memoria. En el de Antena-3, Vicente Vallés tardó media hora en introducir la información.
Dos invitadas como teloneras proclamaron la importancia del futuro “porque es el lugar donde vamos a vivir el resto de nuestras vidas”, pero esa es una frase de manual de autoayuda y no es verdad. El gran economista postkeynesiano George Shackle escribió en ‘Epistemics & Economics’ que “El futuro tenemos que imaginarlo, pero no existe. Lo vamos construyendo cada día con nuestras decisiones”. Más a pie de calle, coincidía el malogrado Pau Donés: “El futuro no existe; es una ilusión”. Y Felipe González publicó un libro al alimón con Juan Luis Cebrián, ‘El futuro no es lo que era’.