“Escribo, hermano mío de un tiempo venidero,
sobre cuanto estamos a punto de no ser,
sobre la fe sombría que nos lleva”
(J.A. Valente: “Desde el tiempo presente”)
“Haber llevado el fuego un solo instante
razón nos da de la esperanza”
(J.A. Valente: “No inútilmente”)
Tenemos que agarrarnos a esa esperanza y no dejar que el fuego se nos apague y así evitar “no ser”.
A veces es difícil.
Desde el jueves 11-M fatídico, horroroso…inexplicable, no había derramado por todo esto ni una lágrima.
Sólo temblaba. Me perdí. Enfadada salí a la calle, en silencio, anduve, grite, busqué apoyo y cuando por fin llegó la noche me costó dormir.
Manifestaciones, gritos, frío, palmadas, LUCHA.
No pude leer, escuchar ni comentar otra cosa.
RABIA. Miedo no.
El corazón rápido, el gesto contraído, las ojeras profundas y las entrañas revueltas.
Miedo no.
El miedo y el llanto han venido días más tarde.
Esas horas de incertidumbre la saturación fue tal que se congelaron los sentimientos; las lágrimas estaban pero no líquidas y saladas asomando a los ojos si no duras, crueles, frías y agudamente penetrantes en los pulmones, en el corazón y en la boca del estómago.
Supongo que influyó el frío.
Cuando han empezado a subir las temperaturas, tanto meteorológicas como humanas, cuando hemos empezado a respirar tranquilos, a aliviar la conciencia luchando cada uno en la medida de sus posibilidades pero todos juntos, cuando hemos descubierto calor en otras personas, el mismo ardor que nos corroía a cada uno en solitario cuando aún no habíamos empezado a reaccionar, cuando todo eso ha pasado las lágrimas brotan. Desde dentro, a los ojos y al suelo. De nudo sólido, a líquido salado, a vapor perdido.
PERDIDO, EN EL AIRE, CON SUS VIDAS.
Madrid, 16 de marzo de 2004.
AMALIA
Amalia, Madrid 16/3/2004