RUBÉN AMÓN-EL CONFIDENCIAL

  • La presidenta capitaliza un modelo de gestión beneficiado por los test de antígenos, los fichajes, las barreras perimetrales, la conciencia ciudadana y la hipotética inmunidad de grupo

Cuesta trabajo interpretar las razones por las que Madrid ha transitado de la catástrofe al optimismo. Más todavía certificándose la normalidad de la vida cotidiana, la fertilidad del ocio nocturno, la vitalidad que se percibe incluso en los ámbitos lúdicos y culturales. Descienden las cifras de contagios y de hospitalizaciones. Empiezan a desahogarse las UCI. Es verdad que las muertes permanecen en situación inquietante, pero Madrid representa un caso insólito de reanimación. No ya porque su idiosincrasia radial y su posición medular conspiran contra las medidas de control, sino porque Ayuso ha evitado soluciones excesivamente traumáticas respecto a los cierres y el confinamiento. La economía se recupera. Y el toque de queda nocturno se observa con cierta flexibilidad. Si no fuera por el uniforme de las máscaras y por el entrenamiento social, costaría trabajo pensar que Madrid ‘la nuit’ ha estado —y está— en cabeza de las desgracias pandémicas.

Habrá que reconocer el mérito a Díaz Ayuso. Fue ella quien capitalizó el fracaso de la transición del verano al otoño. Y es ella quien por idénticas razones tiene derecho a los reconocimientos. El plan está funcionando. Y no es sencillo jerarquizar los motivos, pero varios de ellos participan coreográficamente en el milagro de Madrid. La proliferación de test de antígenos, por ejemplo, ha permitido localizar el virus y corregir los peligros de contagio, del mismo modo que los confinamientos perimetrales han servido de muro defensivo respecto a la propagación y a la concienciación. Los propios ciudadanos parecen haber asimilado las normas de relación (horarios, límites de reunión). Y haberse avenido al cierre de la comunidad cuando los puentes vacacionales amenazaron con romper la disciplina. Por eso, también representa un acierto preventivo la clausura de fronteras del 4 al 14 de diciembre. Se trata de corregir el peligro de la euforia. Y de evitar que se malogren los intereses comerciales, familiares y lúdicos que están en juego en Navidad. Díaz Ayuso ha equilibrado —ponderado— los peligros y las necesidades. Ha sabido rodearse de expertos realmente expertos.

Ha sido muy relevante el fichaje de Jorge González Armengol en la gestión ‘neuronal’ de la crisis —lo mismo puede decirse de Antonio Zapatero— y parecen haberse abandonado los trucos procaces de la crispación política. Abochornaba la temeridad con que Ayuso y Sánchez se restregaban la respectiva negligencia. Más se requería la cooperación de las administraciones, más recurrían ambos a la estrategia del encubrimiento.

El confinamiento radical de otras comunidades y ciudades ha obtenido peores resultados que la apertura parcial de Madrid

Madrid es ahora un ejemplo. Piden consuelo y consejo los ‘sherpas’ de la Generalitat. Las soluciones son fáciles de inventariar y difíciles de ejecutar. El confinamiento radical de otras comunidades y ciudades ha obtenido peores resultados que la apertura parcial de Madrid. Es la razón por la que algunos epidemiólogos enfatizan que la carga vírica de la segunda ola es más suave que la primera, y sospechan que la autonomía de las siete estrellas podría estar beneficiándose de la inmunidad de grupo.

Los madrileños se habrían contagiado lo suficiente como para haber engendrado una defensa colectiva, aunque la única manera de acreditarlo consiste en la generalización de los test serológicos. Por eso, Díaz Ayuso pretende que se realicen en la farmacia de la esquina. La criba es un recurso eficaz para aislar el virus antes de que sobrevenga la magia de la vacuna y que Pedro Sánchez se la ponga a un anciano en el transcurso de un acto electoral.

Madrid era la zona cero del coronavirus. No ya en España, como escenario del antagonismo perfecto entre Sánchez y Ayuso. También en Europa, hasta el extremo de que Emiliano García-Page, presidente de Castilla y León, atribuyó a la autonomía limítrofe los síntomas de una bomba vírica radiactiva.

Había razones para cuestionar la gestión de Ayuso. Ninguna tan grave como la catástrofe de las residencias en la primera ola. O como la inhibición de medidas preventivas de la segunda. La presidenta subestimó el rebrote. Y recurrió al antisanchismo para sustraerse al truculento fracaso.

Díaz Ayuso se ha convertido en uno de los mejores recursos políticos alineados en el Partido Popular

Es más, la fortaleza del enemigo exterior —Sánchez— precipitó la mímesis del victimismo nacionalista. Se erigía ella en representación del pueblo de Madrid. Y recreaba Ayuso todos los lugares comunes del soberanismo. Ya se ocupaba Sánchez de garantizar la escalada del antagonismo. Y de convertir a Ayuso en el monstruo del PP. El fenómeno Ayuso inquietaba incluso en la zona alta de Génova. Molestaba a los barones. Desquiciaba las relaciones con Ciudadanos. Y gustaba, de paso, a los votantes de Vox.

Díaz Ayuso se ha convertido en uno de los mejores recursos políticos alineados en el PP. Ya lo era en plenas tensiones con la Moncloa, pero los motivos que ahora la redimen —una gestión eficaz— son más ecuánimes y sensatos de cuanto pudieron serlo la crispación y el populismo.