ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 21/05/17
· Mi liberada: Los pronósticos que hago sobre las elecciones son una forma disimulada de mis deseos. El que acierta o se equivoca es el deseo y no el análisis. Sobre las primarias del Psoe no tengo pronóstico. No solo porque tenga un deseo apaciguado, francamente escuálido, sino porque mi conocimiento del demos es precario. La decisión van a tomarla unos 190.000 militantes socialistas. ¡Gente exótica! Pero con un rasgo de identidad indiscutible. Deben de ser personas interesadas en la política, que toman sus decisiones sin que cuenten mucho los procesos de seducción ajenos al discurso político, meramente comerciales. Deben de ser también personas poco permeables a las opiniones que se den fuera de su perímetro ideológico, aunque solo sea porque la acción que exige la militancia roba tiempo de escucha. Su pureza hace que sean la élite de las decisiones democráticas y, por tanto, algo más sensibles que la mayoría a los sucesos que se relacionen con esas decisiones. Todo ello debería animarme al pronóstico y ya al borde del primer punto y aparte creo que va a hacerlo.
El 17 de abril comenzó formalmente, con el registro de las candidaturas, el proceso de las primarias. Ha pasado un mes. Es imposible recordar en la campaña una sola idea, aun insensata, sobre el país o el partido. Es probable que el fenómeno se deba a la capacidad de concentración de los dos candidatos, pero algo tiene de inherente al propio proceso de primarias, que trata obscena y escuetamente del poder. Al modo de los que discuten no para encontrar la verdad sino la victoria, los dos candidatos se han enroscado alrededor de un solo tema: Rajoy. El tema tenía a su vez dos argumentos. El de la candidata Díaz era cómo ganarle en unas elecciones. No había día que no recordara que Sánchez había perdido dos veces contra el actual presidente y con los peores resultados de la historia del socialismo.
Pero nunca fue más allá del recuerdo lacerante. Se esperaba de ella que declarara que la apertura al centro político era el único modo de que el Psoe reconstruyera su hegemonía; y que explicara cómo iba a hacer eso. Pero ya se vio que pronunciar la palabra centro, y no digamos organizarla, era un despeñaperros. Díaz profirió que Sánchez perdía con Rajoy, pero nunca tuvo el valor ni la inteligencia (es apasionante la dialéctica entre esas dos virtudes y cómo una hace crecer a la otra) de explicar cómo iba a ganar ella.
El argumento Rajoy de Sánchez no era la victoria sino la humillación. No hubo día que no recordara cómo la actual gestora del Psoe, y Díaz como su cocinera inductora, habían permitido el gobierno de un criminal. Sánchez buscó que calase la idea de que la elección no trataba ahora del gobierno sino del partido. No era la victoria sino algo mucho más elevado: la dignidad y el orgullo. Inútiles para el votante pero dulces clavos ardiendo para el militante. La pugna entre los dos argumentos Rajoy tuvo un momento de decantación y se resolvió a favor de Sánchez. Fue en los primeros minutos del debate. El candidato, con su habitual vulgaridad sobreactuada, como la del guarro táctico que se pone la camisa sucia de feromonas, arrancó diciendo que el presidente del gobierno era la manzana podrida de la democracia. Cuando Díaz abrió la boca y le siguió cual payoya, recargando: «El PP es un partido tóxico e infame», quedó claro cuál de los dos argumentos se había impuesto.
La decantación del argumento tuvo severas causas objetivas. El 17 de abril se abría el proceso de primarias y el 19 la Policía detenía a Ignacio González, abriendo la llamada operación Lezo. A lo largo del mes las puntas de información sobre las primarias (mítines, avales, debate) convivieron con los múltiples detalles asociados a la presunta corrupción del Pp, esa manzana podrida, tóxica e infame. Entre la detención de González y la semimputación de Cifuentes (en el Estado de Derecho Mediático es posible estar un poquito embarazada) no hubo día sin noticias sobre la corrupción del Pp.
Noticias cruciales, como la elección de Emmanuel Macron, el pasmoso conflicto entre Trump y el Fbi y el camino de no retorno del gobierno desleal de Cataluña, se vieron atenuadas por las conjeturas, más o menos frágiles, sobre la conducta corrupta de caducados dirigentes del Pp. Caducados todos, excepto Cristina Cifuentes, cuya aparición en el escenario de sospecha aportó un toque letal de continuidad. Su semimputación, en todo caso, rebasó la conjetura por el fondo. El origen de sus problemas fue uno de esos informes modélicos de la Guardia Civil, que detallan hasta la calificación jurídica de los casos, porque no están destinados ni a jueces ni a fiscales, sino a la prensa, y cualquier gabinete de relaciones públicas sabe que a estos chicos mejor darles el bolo titular digerido. El juez Velasco, en un vergonzoso alarde de lo que en claro y viejo castellano se entiende por nadar y guardar la ropa, mantuvo el informe en el sumario al tiempo que descartaba su fundamento. Y durante este mes el mismo juez decidió, además, el levantamiento del secreto del sumario de este caso Lezo y también el del llamado Púnica, lo que propició una oleada de nuevas conjeturas que los medios trataron, sin más, como hechos.
Las teorías de la conspiración me aburren como las novelas. La posibilidad de que el juez Velasco sea un agente del candidato Sánchez no sería una estupidez sino algo mucho peor: eso que llaman una novela de hechos reales, lema maravilloso donde las tres palabras son falsas. Mucho más interesante es observar cómo el azar prevarica. Cómo el relato del juez, amenazado en algún caso por graves insolvencias –para ejemplo cumbre el auto que encarceló a González– se ha ido adhiriendo como una membrana al relato de los primarios socialistas, renovando con nuevos elementos aparentemente fácticos el vocerío del candidato Sánchez. Aquí tienes, libe, un ejemplo manierista de aplicación de esa pena de telediario que con tanto amor tricotas: las acusaciones de corrupción seguirán siendo conjeturas cuando esta noche se proclame con absoluta certeza el nombre del máximo dirigente del Psoe.
Hasta aquí los hechos. La hipótesis, imposible de probar hoy y de prueba difícil en el futuro, es si los trabajos del juez Velasco han sido influyentes en la victoria del candidato Sánchez. A estas alturas de la carta la doy ya por hecha. Nada refuerza más las gelatinosas hipótesis que verlas pasadas a limpio, como sabe bien el juez que ve sus argumentos borrosos y provisionales en el periódico de la mañana, bien titulados, bien engrasados y bien adulados.
Obviamente, la realidad lo tiene fácil para destruir de raíz estos razonamientos míos, dándole hoy la victoria a la candidata Díaz. A ver si se atreve la realidad.
Y sigue ciega tu camino
ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 21/05/17