Borja Semper, EL CORREO, 21/7/11
Hace tan sólo diez años, la retórica que hoy emplea Bildu y su entorno hubiera servido para mucho. Hace diez años, hubiera ayudado a debilitar a ETA, adelantar la merma en su apoyo social y, sobre todo, quizás nos hubiera ahorrado mucho sufrimiento. Pero hoy ya no tiene sentido. Con ETA en estado comatoso y con una izquierda abertzale forzada por las circunstancias la retórica de la «condena de todas las violencias», por general, indefinida y amplia, se diluye irremediablemente en la nada.
La situación puede encontrar muchos paralelismos, pero hay uno que por actual y terrible me parece muy apropiado: es como si a alguien le preguntáramos si rechaza la violencia machista y nos respondiera que «rechazo todas las violencias». Ya, pero es que usted ha matado a su mujer después de años de maltrato -podríamos insistir-, «ya, y le digo que rechazo todas las violencias, también la que mi mujer ejercía sobre mí. Yo también sufría: la sopa no estaba caliente al volver a casa, miraba a otros hombres por la calle, no hacía lo que yo le pedía. ésta es una situación más compleja.» -nos respondería-. Evidentemente nos parecería intolerable. No aceptaríamos la generalización y ese sujeto nos seguiría pareciendo un sinvergüenza a pesar de su «rechazo a todas las violencias».
Por si esto fuera poco, en Euskadi no sólo tenemos el problema de ETA, tremendo y grave sin necesidad de aderezos. Tenemos una sociedad marcada por años de terrorismo, en la que el insulto al discrepante y la amenaza callejera están instauradas como práctica habitual. Tenemos una sociedad donde muchos viven obsesionados por etiquetar políticamente al vecino, donde hablar de política se considera algo reservado a los círculos más íntimos y donde la agresividad política está a la orden del día.
Por eso creo que el problema no está solo en los dirigentes de la denominada izquierda abertzale, que también. El grave problema que tendremos que abordar en los próximos años será el de convencer a aquéllos a los que durante tanto tiempo se les ha dicho que el terrorismo de ETA tenía justificación, a aquéllos a los que durante años se les adoctrinó contra «el enemigo español», que acepten ahora que tienen que respetar al discrepante, que eso de insultar, amenazar o agredir al vecino por sentirse de manera diferente es intolerable. Y eso, con ETA presente y vigilante no será posible, por mucho que permanezca en ‘otro papel’.
Lamentablemente, la estrategia de Bildu, Otegi y compañía no va por ese camino. Quizás el problema sea que impera demasiado la táctica y poco el convencimiento ético de que la violencia ni ha tenido, ni tiene ni debe tener justificación alguna. La posición de ese mundo se concreta en su convencimiento de que ya han hecho lo suficiente y no es necesario que ETA desaparezca, que puede estar entre bambalinas, esperando su momento de entrar en escena si las cosas no van por donde ella quiere. Creo que ETA está encantada en su nuevo papel, el de vigilante custodio del futuro del ‘pueblo vasco’. Encantada, porque le otorga un papel menos sangriento pero igual de fascista. Que la gente vote, que los partidos políticos digan lo que quieran, pero si no coincide con mis intereses, ojo que vuelvo. Encantada con este papel, pero de momento.
A mi juicio, ETA está ‘militarmente’ derrotada y, aunque aún puede causar dolor, ha ido paulatinamente agrandando su rechazo incluso en parte de su tradicional ‘base social’. Si la banda terrorista siempre ha sido un elemento descontextualizado en un estado democrático y de derecho, hoy agranda su historia de infamia pretendiendo perpetuarse como la última de las bandas terroristas del mundo occidental desarrollado.
Por eso creo que si queremos construir una sociedad donde nuestros hijos puedan vivir en libertad plena, donde cada uno de nosotros podamos decir lo que pensamos sin miedo a que te partan la cara, si queremos superar como sociedad el horror y la pesadilla de ETA, quienes la han amparado, promocionado y justificado sólo tienen una opción: asumir la indignidad creada por los injustificables asesinatos, pedir perdón, perdón por todo el daño que se ha inflingido a una sociedad en cuyo nombre se asesinaba y exigir a ETA su inmediata desaparición.
Sólo así, reconociendo el sufrimiento y el horror que ha supuesto ETA y exigiendo su inmediata desaparición podremos empezar a construir un futuro esperanzador que nos libere de esta pesadilla, a construir una convivencia en libertad, la base de cualquier sociedad digna, que respeta y admite la pluralidad. Sin ese paso previo, todo será mentira e imposible.
Borja Semper pascual, Presidente del PP de Gipuzkoa
Borja Semper, EL CORREO, 21/7/11