La Reserva Federal acostumbra a anunciar sus intenciones de política monetaria con antelación, con el objetivo de que los agentes económicos se preparen para ellas y actúen en consecuencia. El miércoles realizó la mayor subida de tipos de interés del siglo XXI, un movimiento que se daba por descontado, aunque quizá se esperaba algo más tímida. La inflación es un enemigo perverso, tipo Putin, que todo lo erosiona y a (casi) todos perjudica. Se salven de ello, e incluso puede que la deseen, los Estados muy endeudados, pues devolverán un dinero mermado, cuando paguen sus deudas, si es que se animan a hacerlo algún día lejano.
Y la inflación en los Estados Unidos está mal, incluso está peor que en Europa, que ya es decir. Lo que no queda claro es si la subida de tipos servirá para atajar una inflación cuyo componente de demanda se refuerza con el de costes. Es decir, si los precios de los productos suben mucho, porque hay muchos consumidores que desean adquirirlos, es evidente que la subida de tipos será eficiente, pues reduce la capacidad de compra y así se comprará menos, con el consiguiente alivio de la presión a los precios. Pero si se trata de una inflación de costes, el encarecimiento del dinero puede incluso agravar las cosas, al reducir los márgenes de las empresas que, además, verán reducidas sus ventas.
Está claro que la presión de la demanda es mayor al otro lado del Atlántico, cuyo mercado laboral atraviesa una etapa de gran bonanza. Quienes han pasado por la experiencia de contratar allí, lo podrán certificar. En Europa no está tan claro y por eso el Banco Central actúa con mayor timidez y va más retrasado en el proceso.
De lo que tampoco cabe duda es de que la segunda parte de la decisión de los bancos centrales -adelgazar sus balances mediante una retirada de sus compras masivas de activos-, será tan dañina como eficaz. Inundar el mercado con cantidades hipopotámicas de dinero ha impedido, quizás, la caída en la recesión de las economías occidentales, pero ha deteriorado el valor de esa mercancía tan sensible. Piense que el 80% de todos los dólares emitidos en los 111 años de historia de la FED tienen tan solo dos años de vida. Sin duda alguna, ha sido tal la ingesta del antibiótico monetario para curar las infecciones sufridas, en especial por culpa de la pandemia, que ahora toca desintoxicarse. En resumen, podrá discutirse el ‘tempo’, pero no cabe duda de que el dinero va a ser más caro en adelante. Bastante más caro. Y, si el dinero se encarece, se agravan las deudas y aumenta la aversión al riesgo, lo cual es muy peligroso para la actividad. Mejor si nos preparamos para ello.