Ignacio Marco-Gardoqui-El Correeo
Tiene razón Pedro Sánchez cuando recuerda las calamidades que le han acompañado a lo largo de la legislatura que agoniza. Primero una pandemia que nos aterrorizó y nos enclaustró a todos. Luego, la aparición de una guerra en los confines de Europa que azuzó demonios olvidados y nos castigó con una aceleración de lo precios, que ya habían despertado de su letargo anterior. Más tarde un sequía ‘pertinaz’ que arruinó cosechas y perjudicó a los agricultores. Y, por último, una concatenación interminable de incendios e inundaciones, hasta la erupción de un volcán en la isla de La Palma (¿será gafe nuestro querido presidente?). Todo es cierto, pero se le olvida un asunto transcendental como ha sido la ubérrima disposición de dinero de la que ha disfrutado y que ha utilizado para amortizar los golpes recibidos de un entorno tan adverso.
Ha dispuesto de dinero procedente del interior y ha recibido dinero del exterior, todo ello apoyado por el oportuno ‘olvido’ de las reglas de estabilidad, que fueron pulverizados por la Comisión Europea, empeñada en evitar la reaparición de las críticas recibidas con ocasión de la crisis financiera. El dinero del interior procede de una recaudación fiscal exuberante, consecuencia de la aplicación de tipos no deflactados, sobre bases infladas por unos precios alocados. El dinero del exterior ha llegado desde la suma de los fondos europeos habituales, con el brioso añadido de los Next Gen, una especie de Plan Marshall a la europea, más la desenfadada utilización del déficit público que, en junio ha batido un nuevo récord histórico, tras sumar 16.000 millones solo en el mes de mayo y alcanzar un total de 1,54 billones.
Tanto dinero que nos permitimos el lujo de reducir la utilización de estos fondos en un 40% en el primer semestre. Chulos que somos. Si tiene la tarde amarga, y ya puestos, puede sumar el déficit de la Seguridad Social que también transita por niveles de récord histórico al alcanzar los 106.169 millones, que suponen un 7% más que el año anterior. ¿Motivos de preocupación? ¡Por favor! Ninguno… No me sea pacato. Todo lo más que se preocupe Feijóo, que deberá remar más que el proel de la trainera de Urdaibai para enderezar las cosas y, cuando haga los ajustes que serán imprescindibles -porque su deseo de crecer no llegará al porcentaje necesario para recomponer los agujeros recibidos-, le caerán más insultos que a Joaquín Rodríguez Ortega, ‘Cagancho’ en Almagro. Los primeros y los más gritones, quienes le dejan el roto.