IGNACIO CAMACHO-ABC
- Elecciones a la vista: derramas subvencionales y bombardeo propagandístico. Estruendo populista y clientelismo de bolsillo
EL CIS va a volver a poner por delante a Sánchez. Tezanos anunció la semana pasada que a Feijóo se le ha pasado el momento y hoy lo ratificará en un sondeo aunque, como se dice ahora en las redes sociales, da igual cuándo leas esto. Simplemente no es cierto. No hay una sola encuesta independiente que no registre una mayoría social de la derecha o, para ser más exactos, una mayoría en contra del Gobierno. Hay algunas oscilaciones, más de decimales que de puntos enteros, pero el empate técnico entre bloques de 2019 se rompió hace tiempo y ni siquiera los grupos separatistas y nacionalistas parecen capaz de restablecerlo. Menos todavía de desequilibrar la correlación de fuerzas en favor de PSOE y Podemos, cuya gestión (?) sale duramente castigada de la crisis de precios. Sin embargo es pronto para considerar irreversible el vuelco. Las elecciones generales están todavía muy lejos, y en las condiciones de alta volatilidad de la política española no es posible dar nada por hecho.
Hasta final de mayo, después de las autonómicas y locales, no se podrán esbozar, CIS aparte, conclusiones más estables. Lo normal es que el próximo presidente sea el líder del partido que las gane. Pero los estados mayores de las dos grandes formaciones saben que en esta clase de comicios la percepción del escrutinio tiende a interpretarse según un sesgo cualitativo determinado por las grandes capitales y las regiones con mayor peso específico. Habrá una doble lectura del resultado: la del voto global en toda España –en los municipios– y la del mapa de colores –en las autonomías– que aparezca esa noche en los telediarios. La primera es la que prefigura la tendencia global prevalente del electorado, pero la segunda suele influir en los estados de ánimo inmediatos aunque el poder territorial dependa en última instancia de los pactos. Si la izquierda logra acortar distancias respecto las actuales proyecciones y mantener los feudos de sus barones mejor valorados, abrirá un margen de esperanza sobre sus posibilidades de renovar el mandato.
De ahí la derrama subvencional y el despliegue propagandístico que ha puesto en marcha el Ejecutivo. Inyecciones de renta y demagogia populista sobre pobres y ricos; dinero y ruido. Un aluvión de recursos financieros y mediáticos contra Feijóo y su equipo, que acaso no terminan de calibrar la intensidad del potencial ofensivo que le va a echar encima el sanchismo. Es cierto que los metadatos demoscópicos, donde se refleja la opinión social más allá de la intención de voto, dibujan un horizonte firme de cambio de ciclo, y también que los candidatos socialistas están intranquilos porque temen recibir en primera línea el fuego de castigo. Pero la coalición gubernamental aún confía en el efecto decisivo de su apuesta a tope por el clientelismo de bolsillo. Quedan siete meses largos para medirlo. Y van a resultar muy sufridos.