Editorial-El Mundo
Los socios de Pedro Sánchez, pero muy especialmente Unidas Podemos, han hecho de la salud mental uno de los ejes de sus propuestas sociales a lo largo de esta legislatura. Su preocupación se comprende mejor a la vista de la esquizofrenia que carcome hoy a un Gobierno en el que la vicepresidenta Yolanda Díaz y el ministro Alberto Garzón califican de «dictadura» al mismo régimen que el presidente considera socio «primordial», en el que el ex secretario de Estado Enrique Santiago equipara la acción de la OTAN con la invasión de Ucrania, o en el que la delegada del Gobierno contra la violencia de género Victoria Rosell se manifiesta contra la ministra de Justicia Pilar Llop para protestar por la reforma de una ley que ha rebajado la pena de casi 1.000 violadores.
Que en el seno del Gobierno conviven posiciones antagónicas e incompatibles sobre la guerra de Ucrania, Marruecos, la OTAN o la ley del sólo sí es sí es algo de sobra conocido.
La cuota populista del Ejecutivo se niega por ejemplo a aumentar el gasto militar en apoyo del ejército ucraniano de Volodímir Zelenski. Durante la cumbre de la OTAN en Madrid del pasado junio, el PCE, con representación en el Consejo de Ministros, organizó una manifestación en Madrid en protesta contra la Alianza Atlántica.
Uno de los promotores de esa manifestación fue el entonces secretario de Estado para la Agenda 2030 Enrique Santiago. Ayer, el secretario general del PCE volvió a esgrimir en el Congreso de los Diputados su extravagante tesis de que la invasión de Ucrania es consecuencia de «la expansión de la OTAN hacia el este».
Enrique Santiago, líder del partido al que también pertenece Yolanda Díaz, se convierte así en el principal defensor en España del relato con el que el Kremlin justifica la invasión de Ucrania. Moscú ha alentado convenientemente esta narrativa entre la opinión pública española con la complicidad de activistas como Santiago, tal y como recuerda el CNI.
Es legítimo preguntarse también si la vicepresidenta segunda del Gobierno comparte los planteamientos del secretario general del PCE. Porque aunque es cierto que Santiago ya no ocupa ningún cargo gubernamental, sí lo hacen Unidas Podemos (en cuyo nombre intervino ayer el ex secretario de Estado) y el PCE.
La misma Yolanda Díaz afirmó el pasado domingo, durante su entrevista con Jordi Évole en Lo de Évole, que Marruecos es «una dictadura». Una afirmación que matizó este martes en la ONU, pero que Alberto Garzón se encargó de reiterar ayer. Para comprender el impacto de unas declaraciones de este tipo basta con imaginar el caso de un ministro francés que desautorizara públicamente a Emmanuel Macron tras la firma de un acuerdo con España y que calificara a nuestro país de «dictadura».
Por si estos sabotajes a la autoridad del presidente y a la posición internacional de nuestro país no fueran suficientes, ayer la delegada del Gobierno contra la violencia de género Victoria Rosell se manifestó frente al Ministerio de Justicia en contra de la reforma de la ley del sí es sí, convirtiendo a España en el primer país civilizado del mundo en el que el Gobierno se manifiesta contra el Gobierno.
La campaña de Unidas Podemos, de la que participa una Yolanda Díaz que pretende pasar por una versión moderada de Irene Montero, Ione Belarra y Pablo Iglesias mientras juega al despiste en materias altamente sensibles para el Gobierno, llegan además cuando el Ejecutivo ha anunciado la futura visita de Sánchez a la Casa Blanca.
Resulta difícil evitar las sospechas de que Yolanda Díaz está jugando al despiste en cuestiones como la guerra de Ucrania. Y que, mientras vende su perfil moderado y alineado con Moncloa, permite que los actores secundarios de su farsa propaguen la propaganda del Kremlin o saboteen al Gobierno y sus alianzas internacionales. Pero, sobre todo, al presidente. ¿Es consciente Sánchez de lo que está haciendo Díaz?
El PSOE dice que las declaraciones de Díaz son una «opinión personal» de la vicepresidenta que ni los socialistas ni el Ejecutivo comparten.
Pero ¿qué opiniones personales tiene una vicepresidenta sobre materias sensibles que afectan al Gobierno del que forma parte? ¿Quién representa entonces al Gobierno, y cómo pueden saber los españoles y el resto de gobiernos internacionales cuándo un miembro del Ejecutivo habla en nombre propio o en defensa de los intereses españoles?
Tanto la política exterior como la interior exigen una unidad de criterio incompatible con un gabinete en permanente rebelión contra sí mismo. Se equivoca Sánchez si cree que la locura de sus socios le hace aparecer frente a la opinión pública como el único sensato en una casa de locos. Porque lo que empieza a parecer más bien es que Sánchez es el director de un manicomio en el que los internos se han apoderado de la botica.