Juan Carlos Viloria-El Correo
- La campaña publicitaria no hace sino agravar la indignación de los usuarios de una Renfe desbordada
En las principales estaciones ferroviarias del país, a los pasajeros que soportan los retrasos o cancelaciones de sus viajes, los que llegan agotados después de horas de parón, sin aire acondicionado, por las múltiples averías de este caótico verano ferroviario, les espera una campaña de Renfe y Adif con la sarcástica leyenda: ‘Disculpen las mejoras’. A la mayoría no le hace ninguna gracia, ni le conforta en su contratiempo. Más bien solo agrava su indignación por el caos de averías diarias, trenes parados, nula información y asistencia a cuenta gotas. ¿Que ha sido de la joya de la corona, la flamante red de Alta Velocidad que puso a España a la cabeza de Europa en transporte rápido, puntual y seguro?
Durante unos años llegamos a creer que éramos británicos. Un salto planetario que dejaba atrás décadas de ferrocarriles antediluvianos, lentos, atascados, fétidos, a los que únicamente faltaba el ataque de los apaches a caballo. Algo parecido debieron sentir los quinientos pasajeros, inmovilizados cuatro horas a cuarenta grados, sin aire acondicionado, con bebés de pañales berreando y madres al borde de un ataque de nervios. No solo han fallado las infraestructuras o el robo de cobre o las catenarias, también fallan las máquinas, las ruedas de los convoyes, la tecnología de coordinación.
Desde 2019 el deterioro del servicio se ha hecho más patente y es evidente la despreocupación administrativa por modernizar las infraestructuras, urgente, ante la ampliación exponencial de la demanda, la liberalización del transporte ferroviario y la entrada de nuevos operadores privados. Ante ese colapso, al genio del marketing solo se le ha arrimado la ocurrencia de pedir «disculpas por las mejoras» a gente a la que ahora se le recomienda llevar en su equipaje una especie de kit de supervivencia con agua y alimentos por lo que pueda pasar. Como si fuera a un safari subsahariano.
Aunque es cierto que las últimas licitaciones de maquinaria que se adjudicaron a Talgo fueron obra de un gobierno del PP, el Ejecutivo de Pedro Sánchez ya lleva al mando siete años y el actual ministro de Transportes, Oscar Puente, dos. Tiempo suficiente para haberse dedicado a remodelar un sector desbordado, no por sabotajes como se ha llegado a sugerir, sino por la mala gestión de la última década.
Hoy no solo se ha recortado al 15% la indemnización por retrasos, que en los buenos tiempos era del 50% y del 100%, sino que la puntualidad es una lotería al subirse en un AVE. El varapalo para la imagen de marca España en esta época turística es otro de los efectos negativos de la gestión de un ministro que es el menos adecuado para estar al frente de un departamento tan sensible y popular. Esto no se arregla con un tuit.