El discurso de Pedro Sánchez ante el Comité Federal ofrece algunas enseñanzas para quien haya seguido con cierta atención el acto. Una de las primeras nos la reveló su díscolo Page al protestar por un hecho extraordinario: que el secretario general del PSOE había congregado a todos sus miembros con el fin de no explicarles el pacto suscrito con Esquerra para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalidad.
Normal, eso es lo que él considera transparencia. No da explicaciones a su partido, a ver por qué, si no se las da a nadie. Un problema es que su interlocutor y socio, ERC, sí las da y gracias a ellos nos hemos enterado del disparate. Nada nos garantiza que Esquerra cante la verdad, aunque es posible que mienta, pero es más probable que mintiera Pedro Sánchez si no diera la callada (y la cayada) por respuesta. Él acostumbra a mentir y cuando no lo hace se calla. Hace que mientan sus increíbles portavoces: inenarrable Mª Jesús Montero al negar tajantemente que el pacto sea un Concierto al estilo del vasco y el navarro. En esto contradecía a ERC y también a Junts, que en su papel de oposición implacable,-quizá más a Esquerra que a Pedro Sánchez-, amenazaba con ‘game over’. Pero también llevaba la contraria a Borrell, que lo calificaba de Concierto sin lugar a dudas.
Mintieron también la portavoz del partido, la simpar emparedada de Modúbar, Esther Peña y la mismísima portavoz del Gobierno, Pilar Alegría que compararon disparatadamente la financiación catalana con unas simples bonificaciones que reciben Teruel, Cuenca y Soria para ayudar al empleo. Hasta Patxi López dijo qué tendrá que ver una cosa con otra y no era solo el concepto, también la cantidad: los representantes de las citadas provincias calcularon que tardarían mil años en recibir lo mismo que Cataluña en un solo ejercicio.
La intervención de Pedro Sánchez, fue, como acostumbra, una mezcla de disparates y mentiras. Uno debe confesar una experiencia estupefaciente al seguir el discurso de Sánchez con la vista fija en la sonrisa bobalicona de Diana Morant, que jaleaba el verbo del líder acentuando la sonrisa y palmoteando cuando tocaba. A veces con razón, por ejemplo, cuando el psicópata dijo: “España vive uno de los mejores momentos en las últimas décadas”. Es seguro que Diana Morant no ha vivido un mejor momento que el presente en sus cuatro décadas de vida. Otro tanto podría decir el líder de UGT, Pepe Álvarez, que no ha conocido el mercado de trabajo en los últimos 40 años.
Con todo, su anuncio más notable fue que pensaba avanzar en su proyecto, “en su agenda progresista” con o sin el apoyo de la oposición, del poder legislativo, haciendo una identificación de la oposición con el Poder Legislativo que es una trampa del subconsciente, pero que no es novedad. Recordemos cuando cambió de golpe la política exterior española respecto al Sáhara. Fue sin el apoyo del Congreso y el Senado y sin el conocimiento siquiera de su propio partido. También piensa llevar adelante su agenda contra el Poder Judicial como ha demostrado al querellarse contra el juez Peinado por haberle tomado declaración como testigo. A Sánchez, como a todo buen autócrata, le sobran los poderes Legislativo y Judicial. A lo largo de su discurso del sábado, trató a los miembros del Comité Federal como a estúpidos. Bueno, en algo tenía que tener razón.