La conmemoración del aniversario de la Constitución se ha convertido en estos dos últimos años en lo que Pablo Neruda habría llamado “ese día de fiesta fría”, dicho sea en sentido estricto porque en fechas como estas las temperaturas suelen tirar a bajas. Esto ha permitido a la presidenta del Congreso lucir un abriguito mono, aunque su discurso no estuviese a juego, pero por poco. En realidad, Meritxell, mi pobre Meritxell solo incurrió en dos clases de errores durante su infame e inane intervención: en el empleo de conceptos y en el uso de las palabras.
Entre otros disparates dijo: “Judicializar innecesariamente la política comporta politizar la justicia”. A ver, Meritxell, defina ‘innecesariamente’ y quién es el encargado de encajar este adverbio. No hacen falta muchas luces para adivinar que el destinatario de su sentencia es Vox que ha llevado ante el Tribunal Constitucional los dos estados de alarma decretados por el Gobierno de Sánchez y la propia decisión de cerrar el Congreso adoptada por su presidente, que no tuvo a bien atender al recordatorio que le hizo la diputada Álvarez de Toledo: “Un parlamento no se cierra ni en caso de guerra”.
¿Cree la presidenta de la Cámara Baja que recurrir al Tribunal Constitucional es judicializar la política? Mire, no, por dos razones: El Tribunal Constitucional no es un órgano judicial. La Constitución lo regula en título diferente (Tít. IX) al que trata el poder Judicial (Tít. VI). ¿Quiere apurar el disparate hasta las heces? Recurrir ante el Constitucional medidas del Ejecutivo o del Legislativo es una decisión inconstitucional. Pero hombre, mujer, si el Constitucional se creó para eso; esa es precisamente su función.
De su propio discurso se desprendía que ella no representa por igual a todos los depositarios de la soberanía popular. Meritxell descansa su cargo sobre todos los socios del sanchismo que quieren derogar la Constitución, el candado del 78, como lo bautizó el ingenio lego de Pablo Iglesias.
El Tribunal Constitucional está viendo también el recurso de Cayetana Álvarez de Toledo contra la presidenta del Congreso por su extraordinaria cacicada de borrar del Diario de Sesiones una expresión de la entonces portavoz del Grupo Popular dirigida al entonces vicepresidente segundo del Gobierno: “usted es el hijo de un terrorista”. No había razón para ello: Fco. Javier Iglesias Peláez era militante del FRAP, que era una organización terrorista y Pablo Iglesias se jactó al menos un par de veces de esta condición de su progenitor alfa. Las ideas de Meritxell por encima de los hechos. Tan mal iba la cosa que cuando se dispuso a abrochar su discurso con una cita de Almudena Grandes, me temí que iba a volver a citar a la madre Maravillas de Jesús y los sueños húmedos que la escritora le imaginaba ante la presencia de milicianos jóvenes, armados y mmmm sudorosos. Afortunadamente no. Solo era una imagen literaria del cielo de Madrid.
También rozaron alturas impresionantes Pedro Sánchez, recordando a la oposición que hay que cumplir la Constitución de pe a pa. “Hablará de la Pepa, la de 1812, dijo en tuit razonable Pedro Corral”. Mónica García cumplirá la Constitución de me a ma. En fin, ¿qué más quieren que les diga?