Olatz Barriuso-El Correo

Advertían hace ni un mes los socialistas vascos de que a su alianza con el PNV le esperaban dos años «complicados» -los que quedan hasta las elecciones municipales y forales de 2027- porque de la cohabitación más o menos pacífica, con tiranteces lógicas pero no publicitadas, se iba a pasar a un marcaje permanente, que, cual gota malaya, podría someter a la coalición a una erosión progresiva de consecuencias difíciles de predecir.

Pues bien, la gota malaya ya está aquí y la convivencia entre los socios de gobierno empieza a asemejarse a una finta permanente de cara a la galería, en la que jeltzales y socialistas buscan romper la cintura al contrario para buscar el gol (y los votos) cada uno por su cuenta. El episodio de la reprimenda de Eneko Andueza al lehendakari Pradales por insinuar que prefiere la opción guipuzcoana para conectar el TAV con Navarra abrió la veda -aunque ya antes habían menudeado los choques por asuntos sensibles como el abono transporte o el centro de refugiados de Vitoria- y empezó a cundir la impresión de que el PSE había puesto en marcha una estrategia para no quedar eclipsado por el PNV. O incluso para hacer notar su posición con redoble de tambores.

A su vez, los jeltzales emitieron señales en una dirección clara: no iban a pasar ni una al socio pero esforzándose al máximo en no conceder protagonismo a Andueza. En esa clave debe leerse el impagable comentario de la portavoz Ubarretxena al ser preguntada ayer, tras las deliberaciones del Consejo de Gobierno, por el último rifirrafe entre los socios a cuenta del real decreto de la ministra Diana Morant que pretende poner coto a lo que para su ministerio son «chiringuitos» universitarios privados. «Nadie ha mencionado a ningún secretario general», acotó la portavoz. La apostilla podría abarcar, es un decir, a Pepe Álvarez, a Mark Rutte o Antonio Guterres, pero todo el mundo entendió que el aludido era Andueza. Ese líder del que usted me habla.

Al margen de lo enternecedor de estos juegos florales, el vicelehendakari Torres sí ha pedido explicaciones a Pradales y ayer hubo protesta de la mitad más uno del ala socialista (tres de cinco consejeros) no ya por el decreto, que también, sino por la «deficiente» comunicación interna. En plata, porque consideran que, de entre las «cientos» de conversaciones que se producen a todos los niveles entre PNV y PSE a alguien se le podía haber ocurrido comentar que el consejero Pérez Iglesias iba a salir a denunciar invasión de competencias.

En realidad, la sangre no llegará al río. No llegó ni con la ley de vivienda estatal, que el PNV decidió recurrir con el desmarque del PSE y hoy es el día en que ayuntamientos encabezados por los jeltzales han obtenido la declaración de zona tensionada que permite topar los alquileres. Porque, en realidad, estos tira y aflojas por hacerse valer son discusiones bizantinas, enredos que eluden la cuestión esencial: si la estabilidad que procura la alianza en Euskadi y en Madrid seguirá compensando, a medio plazo, los sinsabores propios de todo acuerdo entre diferentes.