Un ansia de disfrute recorre este país nuestro en vísperas de las vacaciones de agosto. Una sensación general de que hay que divertirse, tirar la casa por la ventana, fundirse con la playa o la montaña y olvidarse de todo lo demás. Celebremos el verano y huyamos durante un mes de las angustias que nos atenazan, que ya llegará el otoño con su frustrante realidad. Restaurantes llenos, lo mismo que bares, terrazas y hoteles, como si el inconsciente colectivo del español medio hubiera decidido hacer borrón y cuenta nueva por un mes, necesitados como estamos de olvidar los vientos de fronda que se anuncian a la vuelta de septiembre. Pero, ¿realmente va a ser tan duro, tan terrible incluso, el próximo otoño? ¿No hemos oído ya en otras ocasiones los mismos o parecidos augurios? «Vivimos en un escenario binario y desde luego contradictorio», asegura un alto ejecutivo bancario. «Las empresas en general, y la banca con ellas, están reportando estos días aumentos significativos de los beneficios, en parte porque venimos de la etapa covid y hay mucho crecimiento embalsado, de modo que por ese lado las expectativas son buenas. Sin embargo, la guerra de Ucrania y los problemas de abastecimiento energético derivados del conflicto pueden dar al traste con ese escenario. La realidad es que si la guerra se alarga vamos camino de una recesión inevitable y no solo en España, claro está, sino a nivel global».
Y no tiene visos de que el tirano del Kremlin vaya a ordenar el final de la agresión a Ucrania, una guerra típicamente imperialista, de anexión territorial, a la manera de tantas guerras ocurridas en un pasado que ya creíamos superado. Gazprom anunció días atrás el recorte a la mitad del volumen de gas ruso que estaba bombeando a Europa a través del Nord Stream 1, que ya estaba reducido al 40% de su capacidad, y ayer mismo supimos que Letonia se ha quedado sin suministro. Da toda la impresión de que el sátrapa ruso, a quien el mundo occidental iba a hacer pagar muy cara su osadía, se está divirtiendo a nuestra costa, está jugando con la UE como el gato con el ratón. Como tantas veces en la historia reciente, Europa es víctima de una Alemania que, de la mano de la tan elogiada señora Merkel, creyó resolver sus problemas energéticos encomendándose al petróleo y al gas ruso. Los burócratas de Bruselas, aterrorizados ante el pedrisco que viene, no han tenido mejor idea que anunciar un recorte del consumo de gas del 15% a prorratear entre los socios. Un shock de oferta semejante provoca un encarecimiento automático de todos los imputs industriales, fenómeno agravado por la necesidad de una política monetaria muy restrictiva encaminada a combatir una inflación que parece fuera de control. El corolario es una notable pérdida de poder adquisitivo en la doble vertiente de familias y empresas.
Da toda la impresión de que el sátrapa ruso, a quien el mundo occidental iba a hacer pagar muy cara su osadía, se está divirtiendo a nuestra costa, está jugando con la UE como el gato con el ratón
El viernes supimos que los precios crecieron otras seis décimas en julio, hasta el 10,8%, frente al 10,2% de junio, el nivel más alto desde septiembre de 1984. También que la economía creció un 1,1% entre abril y junio, gracias al consumo de los hogares, mejorando apenas el pobre registro (0,2%) del primer trimestre. Economistas independientes sitúan ya el crecimiento del PIB para este año en el 3,5%, mediocre guarismo para el único país de la UE que aún no ha recuperado los niveles de crecimiento previos a la pandemia, un objetivo que algunos aplazan ya al 2024. En plena desaceleración, Sánchez ha decidido comprar votos a cualquier precio con dinero público, de modo que acaba de aprobar el mayor techo de gasto de la historia, muy cerca de los 200.000 millones. La partida más llamativa es la destinada a tapar el agujero en la Seguridad Social, con la transferencia de 20.000 millones para poder cumplir la promesa de revalorizar las pensiones conforme a la inflación. ¿Consentirá Bruselas semejante despropósito? Como se ha dicho aquí en otras ocasiones, España afronta esta época de incertidumbre con el peor Gobierno posible en el puente de mando. Un Gobierno que agrava las consecuencias de la crisis energética mundial con la irresponsable política fiscal que practica desde su llegada al poder, centrada, como todo el mundo sabe, en el gasto público clientelar y en subidas de impuestos típicamente bolivarianas y directamente atentatorias contra la salud de las empresas, particularmente las pymes, responsables de la creación de empleo en este país.
El agitprop gubernamental ha celebrado los datos de la EPA con alborozo, un sentimiento que debería ser compartido por cualquier persona de bien (ojalá tuviéramos 22 millones de españoles ocupados, o mejor aún 25), si no fuera porque sabemos que no se puede crear empleo «de calidad» (como sindicatos y progresía adjetivan) maquillando las cifras, convirtiendo en indefinidos a los llamados «fijos discontinuos» y haciendo aún más rígido el mercado laboral gracias a los inventos de eternamente Yolanda y su desgraciada reforma. No se crea riqueza y empleo asfixiando a las empresas con gravámenes e impuestos. Todos han subido (capital, sociedades, cotizaciones sociales, por no hablar del SMI) con un Gobierno populista que considera al empresario un delincuente potencial digno de toda sospecha. Un Gobierno que cambia a su antojo las reglas de juego fiscales a mitad de partido, retrayendo la inversión nacional y poniendo en fuga a la extranjera. Ello en un país con el mayor déficit estructural de la UE y con una deuda externa cuyo servicio se va a comer 20.000 millones más al año por culpa de la subida de tipos. Un Gobierno cuyas políticas se concretan al final en una palabra: pobreza. Sánchez nos lleva a la pobreza haciéndonos perder posiciones en los rankings internacionales de renta per cápita. Pobreza a todo trapo. Pobreza para todos.
Al presidente del Gobierno le estorba la ley porque su cumplimiento se ha convertido en un obstáculo para su único objetivo vital: amarrarse al palo mayor del poder
Pobreza en lo económico y ruina institucional en lo político, ruina que avanza a pasos de gigante con el objetivo puesto en la destrucción del Estado de Derecho. La semana ha sido pródiga en ejemplos de ese permanente insulto en que la relación de Sánchez con ERC se ha convertido para cualquier demócrata español. El presidente del Gobierno de España pretende «desjudicializar» la actividad del movimiento separatista y sus líderes, quiere poner la ley al margen de la ley para que los señores golpistas puedan operar a su antojo cuando, dentro de poco, cuando les convenga, activen una nueva versión del «procès». Al presidente del Gobierno le estorba la ley porque su cumplimiento se ha convertido en un obstáculo para su único objetivo vital: amarrarse al palo mayor del poder. Es de suponer que tras los separatistas vendrá la mafia exigiendo «desjudicializar» también su benemérita actividad, y lo mismo podrá reclamar cualquier delincuente común, y así sucesivamente. La quiebra del Estado de Derecho.
Para satisfacer ese mismo objetivo, Sánchez ha decidido también abrazarse a las exigencias del independentismo en materia lingüística. La tercera reunión de la llamada «mesa de negociación» entre Gobierno y Generalidad se cerró esta semana con el reconocimiento pleno por parte del Ejecutivo de la política lingüística del separatismo en el sistema educativo, lo que supone dar por enterrada la sentencia del TSJC que obliga a la escuela catalana a impartir al menos un 25% de las clases en castellano. El ministro de la Presidencia, el lamentable Bolaños, calificó la reunión de «constructiva» porque «empezamos a recoger frutos concretos». Frutos podridos de los enemigos de España. Exactamente dos: el acuerdo para «desjudicializar» la rebelión separatista y la expulsión del español de la enseñanza en Cataluña. «Hoy abandonamos los monólogos y abrazamos los acuerdos y el diálogo», dijo el sacristán de Sánchez. Los socialistas llaman «diálogo» a la rendición incondicional del Gobierno de España ante el separatismo. Lord Chamberlain era todo un patriota, un héroe de la libertad, comparado con estos traidores sin escrúpulos. Detrás vendrá la despenalización del delito de sedición y el regreso de Puigdemont recibido con honores por Sánchez. Lo que ERC le exija para seguir manteniéndolo en Moncloa. Y para cumplir con ERC hay que ocupar el Constitucional cuando antes, para colocar allí a los Conde-Pumpido y José Ricardo de Prada, el autor intelectual de la moción de censura, dispuestos a cumplir órdenes. Si España sale de esta será de puro milagro.
Sánchez se ríe de nosotros en nuestra cara. Se le nota demasiado el desprecio que siente por la gente. Se la suda todo. Pero no se enfaden. Piensen en las vacaciones y disfruten como enanos en el campo, la playa o la montaña, que ya llegará el otoño
Pero no se enfaden. Piensen en la playa y tómenselo a broma, porque todo lo que afecta al sinvergüenza que nos gobierna es susceptible de provocar la risa. El viernes, antes de desfilar hacia La Mareta, se felicitó por el hecho de que las patronales hayan rechazado los nuevos impuestos a banca y energéticas. Dijo así el lechuguino: «Si dirigentes de bancos, si Botín [querida Ana, no me negarás que te lo has ganado a pulso] o Galán protestan, es que vamos en la buena dirección». Luego recordó que «son los mismos que dijeron que subiendo el SMI y la reforma laboral se iba a caer España, y ha sucedido todo lo contrario». Dentro de su congénita maldad, el sujeto supera en estulticia al Zapatero que en abril de 2006, tras un nuevo Estatuto de Cataluña que nadie había pedido, vaticinó ante Pedro J. Ramírez aquello de que «dentro de 10 años España será más fuerte, Cataluña estará más integrada y usted y yo lo viviremos». El PSOE y sus líderes son así. El viernes, a la hora de hacer balance, Su Sanchidad se declaró Lord Protector de los Pobres de España. «He venido a proteger a la mayoría social de los españoles», dijo sin inmutarse. Y luego, a tumba abierta, se abrió de capa con una doble verónica: «No llevo corbata, eso significa que todos podemos ahorrar desde el punto de vista energético y he pedido a todos los ministros y a todos los responsables públicos y al sector privado que, cuando no sea necesario, no utilicen la corbata y así todos ahorraremos». Se quitó la corbata y a continuación se montó en el Súper Puma (600 litros de queroseno por hora) y se fue a Torrejón en lugar de hacer el trayecto en coche. Se ríe de nosotros en nuestra cara. Se le nota demasiado el desprecio que siente por la gente. Se la suda todo. Pero no se enfaden. Piensen en las vacaciones y disfruten como enanos en el campo, la playa o la montaña, que ya llegará el otoño.