Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • El presidente Sánchez presume de que la economía «va como un cohete», pero el análisis detallado de los datos desmiente esta imagen idílica

El presidente Pedro Sánchez insiste siempre que puede, y puede casi todos los días, en que la economía española va como un cohete. La verdad es que dispone de argumentos serios para sustentar su contundente afirmación. El PIB crece mucho más que la media europea y las previsiones apuntan a que cerraremos el año con un incremento del 2,5%, muy superior al esperado en la UE que se quedará en un magro 0,7%. Por su parte, el empleo bate récords y por más que muestre signos de flaqueza en los últimos meses, y por más que el empleo público crezca sensiblemente más que el privado, y por más que las reformas de la vicepresidenta Díaz hayan tenido más éxito con el cambio de nombre de los parados que con la reducción de su número real, (la población activa también crece), lo cierto es que el número de ocupados lleva meses batiendo récords. Desde el cuarto trimestre del año 2019 al primero de 2024 el empleo creció en España el 5,9%, lo que se compara con ventaja con el 3% europeo.

Por si fuera poco todo esto la inflación, el auténtico cáncer de la economía y el mayor castigo de los salarios reales, se modera de forma apreciable, el 2,2% en el mes de agosto, aunque todavía no alcanza el compromiso acordado por el Banco Central Europeo.

En resumen, todo va bien y aquí aparece el orgulloso cohete que ocupó la plaza de la modesta moto. Sin embargo, todas las encuestas realizadas apuntan a que la población considera de manera muy mayoritaria que la situación económica es regular, mala o muy mala. ¿Qué sucede? ¿Cómo se explica esta discrepancia? Como no es posible que todos hayamos decidido a la vez engrosar la filas de la ‘fachosfera’ y nos neguemos a dar respiro al Gobierno, conviene leer el último artículo de Rafael Domenech, el director del Servicio de Estudios del BBVA, que explica bien y de manera sencilla esta honda discrepancia. Por si no lo tiene a mano se lo resumo.

Las cifras ‘per cápita’ ofrecen una evolución mucho peor a lo que se suma el incremento de la deuda

Todo se explica porque el presidente habla siempre de la evolución agregada de la economía mientras oculta su dimensión ‘per cápita’. Los datos son ciertos pero se refieren a cifras globales y sucede que en los cuatro años que comentamos la población ha crecido el 3%, por cierto gracias a la inmigración, dado que el saldo de los nacionales provoca espanto. Vista la situación en esos términos, nos encontramos con un PIB ‘per cápita’ que sube solo en un 1,7 y si hablamos del PIB por ocupado, aun seguimos un 1,2%, por debajo del nivel anterior a la pandemia. Los salarios reales, que son los que cuentan porque miden lo que podemos adquirir con ellos, han perdido poder adquisitivo. Por eso no es de extrañar que el consumo privado ‘per cápita’ se encuentre un 2,3% por debajo del nivel precovid y eso sin considerar a la vivienda, que ella solita ha mermado tres puntos de la renta salarial de los hogares medios. Si aplicamos el mismo criterio al empleo veremos que la tasa de paro se encuentra tan solo tres puntos por encima de su mínimo de 2007.

Pero no solo es eso. Si introducimos la variable del coste de las políticas actuales la cosa se pone peor, porque todo sucede tras el mayor incremento de la historia de los ingresos fiscales, que es dinero detraído del bolsillo de los ciudadanos; tras el mayor estímulo del gasto público, apoyado en el imparable incremento de la deuda, y tras las mayores ayudas recibidas jamás de Bruselas.

¿Decir esto es lanzar fango o resumir estadísticas? El estímulo fiscal aplicado es tremendo e irrepetible. Salvo que mienta el Banco de España, que afirma que la deuda pública ha alcanzado en el mes de junio los 1,635 billones, 25.000 millones más, una cantidad que el crecimiento del PIB no puede compensar y eleva la ratio deuda/PIB hasta el 108,2%.

Si desea amargarse el domingo piense en el resto de cuestiones pendientes. Piense en la quiebra del sistema de convivencia autonómica que supone la pretensión de imponer un sistema bilateral con Cataluña; añada el irresoluble problema de las pensiones, que se han ‘tragado’ el 45% del incremento de la recaudación fiscal de las dos últimas décadas, 130.000 millones; acuérdese del problema de la inmigración, que el presidente quiere ahora resolver con fórmulas siempre denostadas de la derecha más extrema; no se olvide de que en 2024 estamos sin Presupuestos y corremos grave riesgo de no poder aprobar los de 2025. ¿Suficiente? ¿No? Pues piense en la histórica retirada de productos de ahorro que muestra el esfuerzo de consumo realizado durante las vacaciones y… que pagaremos en este otoño que ya asoma.

Total, nada que le impida disfrutar hoy de su vermut.