Disipar el mal

Editorial, EL CORREO, 11/11/11

La mención a «todas las víctimas» adquiere un significado según quién la pronuncie

El Día de la Memoria se conmemoró ayer con diversos actos institucionales, en algunos casos acompañados de manifestaciones equívocas y sin que las apariencias de unidad pudieran atenuar, sino todo lo contrario, la desazón que las víctimas del terrorismo sintieron al ser objeto ausente de homenajes que por momentos invitaban más al silencio que al resarcimiento moral. Junto al esfuerzo del lehendakari por destacar en el recuerdo a las víctimas del terrorismo, aun sin olvidar a aquellas personas cuyos derechos fundamentales pudieron ser vulnerados violentamente por funcionarios del Estado, la jornada tendió a diluir su propio sentido. La mención a «todas las víctimas» adquiere un significado muy distinto según quién la pronuncie. No encerraban el mismo mensaje en boca de Martin Garitano que de José Luis Bilbao. Si solo se tratase de una diferencia de matiz tal evocación no afectaría a la razón ética a la que apela el concepto mismo de memoria. El problema es que en el listado de víctimas de Bildu caben también los victimarios de ETA. Lo cual pervierte la referencia a «todas las víctimas». Habrá quien piense que la presencia de los electos de la izquierda abertzale en las ofrendas de las instituciones forales constituye un paso que culminará en el reconocimiento del daño causado por el terrorismo etarra. Aunque puede que el gesto de los herederos de Batasuna les permitiera escenificar el máximo a lo que están dispuestos. La unidad partidaria no podría ser un valor superior al criterio ético que permite distinguir entre el recuerdo de la persona cuyo asesinato es justificado dentro de una estrategia de terror y el de un ciudadano que pereciera por la actuación ilícita de un servidor público. Máxime cuando la negación de esa diferencia es un factor de división entre las formaciones que fueron objeto de la persecución etarra y el resto de los partidos. De ahí que no tenga sentido apelar al consenso al precio de la ambigüedad en una cuestión eminentemente moral. Y mucho menos a una negociación que convirtiera el Día de la Memoria 2012 en una celebración aún más alejada del sentir de las víctimas ETA.

Editorial, EL CORREO, 11/11/11