Santiago González, EL MUNDO, 19/5/12
El cineasta alemán Oliver Hirchbiegel planteó en Cinco minutos de gloria una historia que se ha convertido en cotidiana para nosotros: un ex miembro de la Fuerza de Voluntarios del Ulster, encarnado por Liam Neeson, va al encuentro de un hombre que, 30 años antes, mientras jugaba con la pelota, vio cómo asesinaba a su hermano mayor de tres disparos en la cabeza. El ex terrorista imparte conferencias por todo el mundo sobre el asunto de su especialidad: la verdad y la reconciliación. Su víctima trabaja en una fábrica de hueveras. Neeson viste traje de alpaca y corbata de seda. El otro, James Nesbitt, no.
El lugar del encuentro es un palacio que perfectamente podría ser Ayete o La Magdalena y lo auspicia una cadena televisión para un programa sobre la pacificación, el perdón y sus aledaños. Nesbitt va hacia el encuentro rumiando su impotencia: «(él) sabe que a todo el mundo le encanta darle la mano a un asesino y también sabe que es muy bueno diciendo tonterías».
La expectación que ha despertado para hoy en el Congreso Memoria y Convivencia la ex militante de Brigadas Rojas, Adriana Faranda, me ha hecho recordar al personaje de Neeson. El arrepentimiento le ha sentado bien, tiene un aspecto de mujer madura de izquierdas, una Rossana Rossanda, la inspiradora de Il Manifesto más joven y su intervención de hoy va a ser el plato fuerte de la semana. Faranda es una «disociada», no una «arrepentida» y le parece que el proceso en Euskadi «es más rico y más eficaz»: en Italia «sólo ahora están dándose encuentros entre víctimas».
Txelis era también la estrella en un seminario de la UPV, Perdonar para vivir, pero ha decidido no participar para no herir la sensibilidad de las víctimas, aunque le habría encantado hacerlo. Ese pudor y esa consideración constituyen la expresión más verdadera de arrepentimiento, en mi opinión y es asunto diferente al de Gisasola. Lo organiza la Universidad, no el Gobierno; está en régimen abierto, no es lo mismo que ser excarcelado por el Estado para participar en unas jornadas que organiza el propio Estado, aunque sea a través de una segunda marca, como un Gobierno autonómico. También muestra un pesar más radical que el de Faranda.
El proceso aquí va más rápido. Al presentar a la invitada italiana, la televisión pública vasca empujaba los hechos hacia el lugar que convenía: el teleberri explicaba ayer que la figura del arrepentido en Italia se había empleado con la Mafia, no con las Brigadas Rojas. Pues claro que hubo pentiti. No tantos como dissociati, pero los hubo y dieron mucho juego. Patrizio Peci delató a sus ex camaradas, lo que permitió la desarticulación total de la estructura brigadista en Milán y Génova, y parte de la de Roma. Al año siguiente, la organización terrorista secuestró y asesinó a su hermano Roberto.
Mientras uno de los ponentes exponía sus ideas sobre la reconciliación, Rufino Etxeberria, una autoridad en el tema, consideraba cuestión secundaria que los terroristas sigan llevando las pistolas, porque «lo fundamental» es la declaración de cese definitivo del 20-0.
Cabe pensar que tal vez nos estemos apresurando demasiado al hablar de reconciliación con quienes aún no han soltado las pistolas, qué tontería, como dice Rufi. Esta cuestión estaba resuelta hace ya muchos años por la racional observación de Woody Allen en Sin plumas: «El león y la gacela yacerán juntos, pero la gacela no tendrá un sueño muy tranquilo esa noche».
Santiago González, EL MUNDO, 19/5/12