Disolución

Editorial, EL CORREO, 20/10/12

Un año después de anunciar el cese del terror, ETA ya no cuenta

Desde la página 1 El anuncio de que esta sería la primera campaña electoral sin ETA se ha cumplido plenamente. Un año después de que la banda terrorista hiciera público el «cese definitivo» de su actividad violenta, ni siquiera la izquierda abertzale ha querido situar en primer plano lo que eufemísticamente denomina «consecuencias del conflicto armado». El desarrollo de la campaña ha confirmado que ETA está abocada a su irremisible disolución. Ojalá que en la nueva legislatura nadie se empeñe en restablecer su sombra fáctica como recurso ventajista. Durante estos doce meses, la convicción de que el terrorismo etarra no volverá a asesinar ha ido calando en la sociedad vasca, incluso a pesar de que se resista a desmantelar sus estructuras. Su obstinación en obtener algún rédito político o de indulgencia histórica y la negativa de la izquierda abertzale ya legalizada a condenar o enjuiciar críticamente la actividad terrorista y su propia trayectoria cómplice son los déficits democráticos con los que Euskadi comienza a vivir en paz. Es evidente que ETA trata de salvar su pasado, del mismo modo que la izquierda abertzale necesita blanquear el suyo. Pero la desmemoria es la concesión más demoledora que la democracia puede ofrecer a los violentos a cambio de su desarme y liquidación. El anhelado final de la barbarie no exime a sus actores de responder individualmente ante la Justicia por los crímenes cometidos. Máxime cuando pretenden el olvido y diluir su culpa negándose a reconocer el daño causado. El Parlamento que se elegirá mañana integrará en su seno a la fuerza que durante la última década ha permanecido fuera de la Ley por su connivente actitud respecto al terrorismo. El anuncio del 20 de octubre de 2011 fue la consecuencia del repudio ciudadano y de la acción del Estado de derecho que condujeron a ETA a dar inicio a su paulatina despedida. Por eso mismo, ningún proyecto o iniciativa política que se alumbre en la próxima legislatura podrá defenderse como logro derivado de una paz presuntuosamente concedida por la banda sin que nazca emponzoñada por la barbarie. De ahí que todas las fuerzas políticas tengan la obligación de mostrarse escrupulosas a la hora de rechazar cualquier relación entre el futuro de Euskadi en libertad y los designios de una ETA a la que no le cabe otro final que desaparecer sin más aspavientos.

Editorial, EL CORREO, 20/10/12