Editorial, EL CORREO, 16/6/12
La disolución de la organización Segi, ilegalizada por servir de soporte a ETA, se suma a la desaparición de la estructura Ekin y a la del colectivo Askatasuna como si la banda estuviera procediendo al desmantelamiento de su entorno más próximo para, por un lado, facilitar a la izquierda abertzale su tarea y, por el otro, mantenerse como marca única y presente del pasado terrorista. El tono autocrítico con el que los últimos portavoces de Segi han anunciado su final no alcanza ni siquiera a deplorar la activa participación de las redes de alistamiento etarra en la violencia de persecución y ‘kale borroka’ con la que los jóvenes encuadrados en el activismo extremista secundaron durante años los asesinatos cometidos en nombre de ETA. Pero lo peor del caso es que sus herederos en la organización que se denominará ‘Kimua’ -brote en euskera- y que encuadrará a las juventudes de una izquierda abertzale ya institucional reciben un testamento sectario y claramente contaminado por la justificación retrospectiva de la barbarie etarra.
Editorial, EL CORREO, 16/6/12