- Ante el grave experimento de ingeniería social y mal Gobierno que sufre España convendría que los que quieren superar esta etapa aparcasen sus diferencias
No todos podemos ser iguales, pensar de idéntico modo y transitar por la vida como una recua de pollinos con las orejeras bien caladas, incapaces de salirse de una senda prefijada. El debate intelectual, el intercambio de ideas, la crítica… hacen avanzar a la humanidad. La libertad de pensamiento y opinión nos vivifica y forma parte del corazón de eso que todavía llamamos Occidente.
Pero aun sabiendo que ejercer la crítica es un derecho irrenunciable, pues de lo contrario arribaríamos al silencio de las tiranías, es importante medir el volumen y el momento. También establecer prioridades a la hora de elegir las dianas de esa crítica.
España no está en una situación normal. No encontramos sumidos en un trance muy grave, por lo siguiente:
— Hay un plan en marcha que está debilitando la unidad de la nación, promovido por el Partido Socialista y sus socios separatistas antiespañoles.
— El sanchismo gobernante trabaja para enfrentar a los españoles en dos bandos que se odien. Promueven una fractura social porque cree que esa polarización les garantizará una mínima base de votantes leales.
— El sanchismo promueve un cerco a la derecha que dificulte la alternancia.
— El Ejecutivo se aplica en constreñir la labor de jueces y periodistas, tanto con hostigamientos verbales como con nuevas leyes de «defensa de la democracia», que pretenden exactamente lo contrario: debilitar la democracia y fortalecer al aprendiz de autócrata.
— Se está liquidando por la vía de los hechos el modelo constitucional, mediante un uso torticero y partidista del TC, hoy un apéndice de la Moncloa.
— Se está generando una colosal montaña de deuda, a la que no prestamos la atención debida y que puede comprometer seriamente el buen futuro de la nación.
— Por último, y no menos importante, se está promoviendo desde el poder un vasto programa de ingeniería social, que comenzó con Zapatero. Se pretende ahormar la mentalidad de los españoles a lo que ellos llaman «progresismo» y que realmente debería llamarse Pensamiento PSOE. Incluye la promoción de la subcultura de la muerte (aborto y eutanasia), la envidia igualitaria y la condena del esfuerzo y una empanada conceptual sobre el hecho bilógico del hombre y la mujer que llaman «ideología de género». Además, y a veces sin siquiera explicitarlo, el Pensamiento PSOE trabaja por eliminar a Dios de nuestras vidas y borrar toda alusión a lo espiritual y trascendente.
Semejante panorama supone una emergencia nacional, que obliga a establecer una prioridad absoluta: hay que batallar contra los actuales gobernantes y sus socios y priorizar de manera absoluta derrotarlos en unas elecciones y combatir su forma de pensar. ¿Y qué es mejor para ello? ¿La unión o la desunión de los adversarios del sanchismo y lo que representa? Mi modesta opinión es que es más eficaz la unión, aun cuando en el frente opositor medien diferencias, a veces razonables.
«Divide y vencerás», dijo Julio César, en aserto que luego recuperado por Napoleón. Si Sánchez se anotase el consejo de esos dos estadistas de leyenda, preferiría la división de quienes están en posiciones diferentes a las suyas. Lo que más daño hace al actual presidente es que aquellos que tiene enfrente aparquen sus legítimas diferencias para aliarse contra él.
Me deja «triste y perplejo», como dice él en su entrevista, ver a un actor crucial en la oposición conservadora a Sánchez aplicando un duro correctivo dialéctico a la jerarquía eclesiástica española. Lo sucedido en Jumilla fue sacado de quicio por la izquierda gobernante, que necesita humo para distraer del estado comatoso del sanchismo. Los fontaneros monclovitas de guardia montaron una histérica campañita agosteña tachando a PP y Vox de racistas antimusulmanes, bien amplificada por sus televisiones.
La Conferencia Episcopal quizá se apuró un poco a entrar, con un comunicado, al capote partidista que tendía el Gobierno a través de la polvareda de sus televisiones. Aunque lo que decía su texto era sensatez pura: «La libertad ideológica, religiosa y de culto debe ser respetada, sin más limitación que el mantenimiento del orden público».
Pero estuviesen más o menos astutos los obispos ante la añagaza del sanchismo, no parece que sea el momento de ponerse a buscarles las cosquillas, y por ende, a la Iglesia Católica, porque ahí caemos en el divide y vencerás, en hacerle el caldo gordo a Sánchez.
El periódico de referencia del sanchismo puso de inmediato abriendo su web, y a todo meter, las declaraciones del dirigente de la oposición conservadora criticando al episcopado. ¿Por qué? Es evidente, porque esa brecha beneficia claramente a Sánchez.
Tenemos un problema, y muy serio. Afrontémoslo unidos. Tiempo habrá para la necesaria crítica cuando nos saquemos de encima a quien todos sabemos. A veces en la vida toca elegir una diana en vez de disparar contra todo lo que se mueve, aun teniendo a veces razón (o parte de ella).