El presidente que pidió una autorización del Congreso para hablar con ETA y que llevó el debate al Parlamento Europeo consideró ayer que era improcedente hacer balances públicos de la política antiterrorista en la tribuna del Congreso. Y no habrá modo de que los dos grandes partidos acerquen posturas mientras los llamamientos a la unidad se hagan en abstracto.
La sesión del debate parlamentario celebrado ayer volvió a poner de manifiesto la división profunda existente entre los dos grandes partidos sobre la política antiterrorista. La tregua que se había alcanzado entre el Gobierno y el PP tras el anuncio etarra de la vuelta a los atentados saltó hecha pedazos en el Congreso.
El presidente Rodríguez Zapatero, en su intervención inicial, se aferró a los mismos argumentos que ha venido empleando desde que puso en marcha la política de diálogo con ETA. Invocó las buenas intenciones del Gobierno y culpó a los terroristas de que el diálogo hubiera fracasado, sin tener en cuenta que el juicio sobre las políticas aplicadas por quienes tienen el poder no se basa en sus nobles propósitos sino en los resultados. Y entre los resultados de esa estrategia, además de no haber conseguido lo que se pretendía, que ETA abandonara las armas, hay que mencionar la gran división política y social que se ha producido en España.
Al jefe del ejecutivo le correspondía haber dado explicaciones más sólidas acerca de los motivos por los que decidió dialogar con ETA, sobre la forma en que se gestionó el proceso y sobre las razones del fracaso. Las explicaciones se las debía antes que nada a los ciudadanos, luego a los partidos que le respaldaron y a los que, como el PP, no lo hicieron. Pero el presidente que pidió una autorización del Congreso para hablar con la banda y que llevó el debate al Parlamento Europeo consideró ayer que era improcedente hacer balances públicos de la política antiterrorista en la tribuna del Congreso. Se enrocó en esa postura y no hubo forma de sacarlo de ese tercio por mucho que el jefe de la oposición le mostrara la muleta una y otra vez, a veces, incluso, con una reiteración innecesaria y fuera de lugar en aspectos marginales como la exigencia de que sacara a la luz las dichosas actas de las reuniones con ETA.
Rodríguez Zapatero dijo que los terroristas «no podrán romper nuestra unidad», pero resulta que esa unidad no existe como quedó demostrado ayer. Esa unidad quedó rota cuando se abandonó sin consenso la estrategia del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo. Los terroristas andan rondándonos con sus bombas y los dos grandes partidos fueron ayer incapaces de volver a ponerse de acuerdo en la forma en que hay que hacerles frente. Y no habrá modo de que acerquen posturas mientras los llamamientos a la unidad se hagan en abstracto.
La unidad entre el PSOE y el PP podría reconstruirse si se concretaran las afirmaciones del presidente de que será «implacable» en la persecución de ETA y de que pretende «vencer» al terrorismo, aunque el distanciamiento personal entre Zapatero y Rajoy ha llegado a tales términos que da la impresión de que no hay forma de que vuelvan a entenderse algún día.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 4/7/2007