El Día de la Memoria de las víctimas del terrorismo sigue tan fragmentado once años después del inicio de su recorrido. La división política mantiene una brecha profunda en las instituciones porque la ‘neoBatasuna’ de EH Bildu sigue sin dar el paso de reconocer el horror injustificado que provocó ETA en la sociedad. Los demás partidos giran alrededor del tótem de la izquierda abertzale evidenciando sus discrepancias. No hay consenso posible entre quienes caen en su juego equiparando el sufrimiento entre todo tipo de víctimas (los perseguidos por los terroristas y los maltratados por el franquismo) y quienes son exigentes con los que justifican la historia de la organización terrorista. El grupo de Otegi, controlando la deriva de los gobiernos de La Moncloa y Navarra y provocando fracturas en las instituciones cuando se niega a reconocer no sólo que el dolor que provocó ETA durante tantos años «nunca debió de suceder» sino que su existencia no tuvo justificación. Así es que, el 10-N, divididos para variar.
Ha hecho falta un croquis estos días para ubicar todos los actos que se han celebrado para honrar la memoria de las víctimas. Se adelantó el Centro Memorial, con la Delegación del Gobierno, para rendir tributo a colectivos tan castigados como los jueces, periodistas, empresarios y concejales. Y ayer el Gobierno vasco, junto al Instituto Gogora, rindió tributo a los colectivos implicados «en favor de la paz». Al lehendakari Urkullu, que mencionó la resistencia cívica del lazo azul, le escuchaban los Artesanos junto a Gesto por la Paz y Foro Ermua; incluso Elkarri/Lokarri. Pero quedaron en evidencia notables ausencias de movimientos cívicos que, junto a Gesto, dieron la cara en la calle contra ETA cuando buena parte de la sociedad se quedaba en sus casas y despachos, como por ejemplo Basta Ya. PP+Cs y Vox, que no participaron en la ofrenda floral del Parlamento vasco, celebraron sus propios actos por estar en contra de la equiparación de todas las violencias. Todas merecen un tratamiento, pero sin mezclar para evitar que el sufrimiento que provocó ETA acabe difuminado en una nube colectiva, como si se tratara de una tarifa plana del dolor. Se ha llegado a abusar tanto de los términos genéricos de «paz», «violencia» y «sufrimiento» que ayer EH Bildu se permitió participar en los actos institucionales de la Memoria y en el del colectivo de presos de ETA, Etxerat.
Ese nulo equilibrio entre quienes quieren blanquear la historia del terrorismo y quienes se muestran exigentes con quienes la siguen justificando, da que pensar en la imposibilidad de lograr un relato consensuado. En las jornadas que está celebrando el colectivo de jóvenes Ego Non sobre la manipulación del lenguaje en la historia de la banda, el profesor Josu de Miguel se mostraba contrario a que los parlamentos legislen sobre la memoria, por tratarse de un tema privado. Quizás también haya que preguntarse si los políticos no debieran dejar el relato sobre la historia abyecta de ETA para los historiadores. Para evitar manipulaciones partidarias y preservar la verdad y la reparación de las víctimas.