JAVIER DE ANDRÉS-EL CORREO

  • La estrategia exitosa de Bildu para convertirse en un socio necesario de Sánchez tiene una segunda vuelta: ser actor protagonista para gobernar

Apoyar la estabilidad del Gobierno sobre socios que comprometen la seguridad del Estado es lo que tiene, que lo mismo les tienes que intervenir sus comunicaciones que pedirles el voto para refrendar un decreto ley. Claro, eso disgusta a los espiados que se quejan de falta de confianza y te dejan en la estacada cuando más los necesitas. Sánchez optó por una estrategia difícil, y difícil es la legislatura que está llevando adelante. Difícil y cara, ya que todo se soluciona incrementando el gasto público, elevando la deuda y aumentando el déficit público. El decreto anticrisis del Gobierno acudía, una vez más, al gasto como remedio de males, absorbiendo dinero de los ciudadanos para devolverlo a los ciudadanos burocratizado y a un tipo de interés creciente que se devolverá más caro de lo que se disfrutó.

La solución anticrisis, propia de un Gobierno de izquierdas, estaba diseñada para satisfacer las inquietudes de sus socios de izquierdas, pero el ‘caso Pegasus’ ha soliviantado a sus amigos tradicionales, comprometiendo hasta el final la aprobación del decreto. Ha sido Bildu la que, con su apoyo al mismo, ha evitado que el PSOE tuviera que negociar con el Partido Popular, que planteaba soluciones distintas, particularmente, rebajar la factura fiscal de los ciudadanos. Bildu se ha constituido así como un socio muy comprometido con el PSOE, como ya ha demostrado otras veces, y rivaliza con el PNV en su simpatía por las fórmulas de Sánchez, siempre dirigidas a resolver los problemas de los ciudadanos con el dinero de los ciudadanos.

Los tres partidos (PSOE, PNV y Bildu) comparten el proyecto económico de Sánchez y su convicción de que este decreto anticrisis va a ser una ayuda para los españoles. De hecho, no creen que haya nadie que pueda pensar de otro modo, a pesar de que las consecuencias de esta política económica ya están mostrando sus efectos en la capacidad adquisitiva de los trabajadores, que este año son un 8,4% más pobres que el anterior como consecuencia de la inflación y han acumulado la mayor deuda pública de la historia, lo que compromete también los ingresos futuros de los contribuyentes, que tendrán que costearla.

Hay otra forma de afrontar la situación que se está viviendo en Europa y, de hecho, otros países están aplicando medidas que no pasan solo por el gasto público inmoderado y que se centran en que el Estado no resulte tan caro a quienes lo sufragan, de modo que dispongan de más capacidad de gasto, ahorro e inversión. En definitiva, que la economía real funcione sin las directrices que marque el Gobierno y que las personas decidan lo que hacen con su dinero.

Pero, más allá de las consecuencias económicas de este decreto, la lectura política de la sesión del Congreso que aprobó el plan anticrisis desvela la dependencia del PSOE respecto de Bildu, circunstancia en la que jamás habría querido verse un dirigente socialista, ni siquiera Sánchez, que abominaba de la idea de pactar con el partido de Otegi antes de empezar a hacerlo con tanta alegría.

Los socialistas parecen haber amortizado ya las consecuencias que pudiera tener el escándalo que produjo apoyarse en un socio al que habían aborrecido. Hoy prefieren contar con sus votos antes de tener que aceptar alguna de las propuestas que llegan desde el Partido Popular. El bloque de la investidura urdido por Pablo Iglesias sigue atado y bien atado y la izquierda vota unida para evitar la intromisión de fuerzas exógenas que, como el PP, pudieran desvirtuar el modelo socialista que une a los actuales socios del Gobierno.

Pero si la colaboración del PSOE con Bildu puede tener efectos dispares en el conjunto de España, las consecuencias en el País Vasco son muy notorias y todas abundan en el beneficio político de Bildu, que en un plazo de tiempo muy breve se ha convertido en un actor necesario y bien recibido sin que para ello haya tenido que moverse de donde estaba inicialmente.

Más aún, la normalidad con la que se acepta su participación en asuntos tales como el decreto anticrisis le reafirma en su posición de permitirse no condenar el acoso y la violencia que con motivo de sus opiniones políticas ha recibido un joven vitoriano, del mismo modo que lo hace siempre que quienes golpean sean de su simpatía. Bildu sabe que no se va a tener en cuenta su preferencia por los agresores sobre el agredido y se permite actuar con la libertad que le place.

La exitosa estrategia de Bildu para convertirse en un socio necesario tiene una segunda vuelta, que es convertirse en un actor protagonista que pueda contar con el respaldo de otros para gobernar por sí mismo. ‘Do ut des’, ‘doy para que des’, es una locución latina de histórica eficacia. Muchos socialistas, que hoy celebran estos pactos, celebrarán también las alternativas nacidas de esta cordial entente.

Mientras tanto, vale que en el PNV compartan el proyecto económico de Sánchez, pero quedan atónitos viendo que es Bildu quien se atribuye en Euskadi el éxito que el PSOE se pretende apuntar en otras partes de España. Hoy por ti, mañana por mí.