La pervivencia de ETA nos está sometiendo a un chantaje moral que es otra manifestación de su tiranía. Nos está obligando a adoptar criterios o a tomar decisiones para propiciar su desaparición sin que ni unos ni otras sean garantía de ello.
Todos esperamos que los domingos sean días apacibles, jornadas para el ensimismamiento, más que para el descanso. Son días en los que nos gusta replegarnos en lo más cercano: la familia, tal vez alguna afición, el encuentro con nuestros conocidos…Una cápsula contra lo exterior, que es lo que se nos impone en la vida ordinaria. Nos gustaría incluso que el mundo se detuviera, para evitar sus sobresaltos. Y aunque el mundo no se detiene, nos suele hallar poco receptivos a su andadura. No lo esperamos; damos por supuesto, tal vez deseamos, que también él tenga día de asueto.
Era lo que presumíamos también para el pasado domingo, aunque fuera 1 de Mayo. Sabíamos que habría alguna que otra manifestación en nuestras ciudades, y, entre nubes y claros, lucía un día agradable para quien quisiera participar en ellas. Tengo la impresión de que no fueron muchos los que se animaron, y debo reconocer que, para escuchar lo que se predicó en ellas, no merecía la pena hacerlo. Repetir sin más, como un mantra, que hay que cambiar la política económica y social es una simpleza, pero es un eslogan seguro y no atenta contra lo razonable, riesgo al que no parece que podamos sustraernos en cuanto tratamos de ir más allá. Confieso que cuando le oí al secretario general de ELA llamar sinvergüenzas a los políticos y acusarles de tomar decisiones al dictado del capital al estar en nómina, sólo se me ocurrió pensar: como tú mismo.
Ese pequeño asalto de lo exterior no duró, sin embargo, más que un telediario, y el día transcurrió dominguero hasta la anochecida: supimos lo de Bildu, y luego, al amanecer, supimos lo de Bin Laden. Un domingo traidor, como podemos ver. Me resulta difícil valorar lo de Bildu. No entiendo de razones jurídicas y debo manifestar que tengo el alma partida. Pesan demasiado sobre mí los cientos de asesinados y miles de damnificados como para arriesgar un criterio que pueda dar otra oportunidad a la barbarie. Pero es ese mismo peso el que me lleva a preguntarme si la participación de Bildu en las elecciones no será justo la que selle el fin de la barbarie. La pervivencia de ETA nos está sometiendo a un chantaje moral que es otra manifestación de su tiranía. Nos está obligando a adoptar criterios o a tomar decisiones para propiciar su desaparición sin que ni unos ni otras sean garantía de ello. Hay que confiar o no en Bildu al margen de lo que vaya a hacer ETA, para así escapar a su dicterio. ¿La cuadratura del círculo? Quizá. Por eso espero que los jueces tengan razones más poderosas, y menos mediatizadas, que las mías para resolver este entuerto.
Y mataron a Bin Laden. Me resulta obsceno celebrar la muerte de nadie, pero creo que es una buena noticia. Y más que obscenas, hay algunas reacciones que me parecen miserables. Como las de Esperanza Aguirre al recordarnos que Bin Laden no reivindicó el atentado de Madrid. Sabíamos eso de que así gana el Madrid, pero ahora nos preguntamos: ¿así se gana en Madrid?
Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 5/5/2011