Juan Carlos Girauta-El Debate
  • El sanchismo ya no ofrece argumentos; ofrece motos que nadie compra, trolas que no cuelan. Y odio, mucho odio, que es su gasolina. Aversiones viscerales, repugnancias donde la razón no comparece sino el estómago

Ha tenido que salir Felipe González a recordarle el abecé a Sánchez, a su gobierno y al fiscal general. Un punto importante es que este último se llama «del Estado» por algo; que no es «del Gobierno». La aclaración no presentaría mayor dificultad en una clase de párvulos; sin embargo, el autócrata no acaba de pillarlo. Y cuando el autócrata no pilla algo, por sencillo que sea, su cortedad desencadena un efecto dominó, trasladando sus derrumbes, sus caídas en la torpeza, en la falta de entendimiento, en lo obtuso insalvable, y de forma sucesiva: al propio fiscal general, luego a la portavoz del Gobierno, luego al del Grupo Parlamentario —que ya viene bueno de miras—, y así en un descenso vertiginoso que no se arredra ante ninguna bajura y que llega a derribar hasta la última ficha del régimen: la hincha Urronda. Luego, como en esos juegos a los que tan aficionados son los japoneses, se abren como flores las líneas de fichas de dominó, yendo a derribar incluso, quizá con la intervención de algún péndulo, pesa o fuentecilla, a la Pardo de Vera, que últimamente ve gorilas.

Les comprendo, gentiles lectores, y ustedes me comprenden a mí. Sabemos bien que un régimen formado por esas y esos piezas da poco de sí en lo intelectual. Fíjense que el adjunto al director de ‘Lo País’, diario dependiente donde los haya, se dedica a la degradante actividad de citar artículos mutilados de la ley. Por no cansarles, ha agarrado el inicio de una norma sin mencionar que es un fragmento. Citando solo el principio, el fiscal general parece quedar descargado de cualquier revelación de secretos. Pero gracias a Elon Musk, las redes ya no las controlan verificadores ensobrados escorados a babor, sino los propios usuarios, que añaden informaciones para matizar o desmentir bulos como el de don Claudi. Un ejército de juristas ha revelado la verdad de inmediato a los usuarios que leían el truño propagandístico de ‘Lo País’: oiga, Claudi, el artículo que usted cita no se acaba ahí; continúa así, etc.

De lo que se colige que los viejos medios no pueden seguir engañando como solían, que no podrán hacerlo nunca más a quien coteje un poco sus vertidos, actividad que nunca ha sido más fácil y rápida. Que las verificadoras, como vengo diciendo y repetiré aún unas cuantas veces más por la importancia capital del tema, se van al paro. Que si Europa quiere seguir anulando elecciones y amenazando con anularlas va a tener que pasar de su actual totalismo al puro totalitarismo, prohibiendo por ejemplo X, Facebook e Instagram. Como Corea del Norte. El sanchismo ya no ofrece argumentos; ofrece motos que nadie compra, trolas que no cuelan. Y odio, mucho odio, que es su gasolina. Aversiones viscerales, repugnancias donde la razón no comparece sino el estómago. Y etiquetas, claro, como la tontería esa de «franquistas», que ahora solo asusta a tardos muy tardos. Pero el tardo muy tardo ya les vota a ellos.