Editorial – El Español
«Defenderé este país y no permitiré que nadie le ponga un cuchillo en la garganta a la democracia» ha dicho el presidente americano Joe Biden durante un discurso en el Capitolio en el que ha hecho referencia al asalto a la sede del Congreso del 6 de enero de 2021 por parte de los seguidores de Donald Trump.
El asalto, que Trump espoleó de forma irresponsable al afirmar que las elecciones que le dieron la victoria a su rival Joe Biden habían sido amañadas, acabó con la muerte de cinco personas. 140 agentes fueron heridos durante el ataque. 727 de los participantes en el asalto han sido acusados de varios delitos, entre ellos el de irrumpir armados en zonas restringidas.
Biden no ha restado importancia al ataque, como sí han hecho el propio Trump y sus partidarios en el Partido Republicano, y lo ha calificado de «ataque a la democracia». «Trump creó y difundió una red de mentiras sobre las elecciones de 2020» ha añadido el presidente americano. «Yo no empecé esta pelea que algunos llevaron al Capitolio hace un año, pero tampoco huiré de ella».
Tapar su fracaso
Donald Trump ha respondido al discurso de Biden con un comunicado en el que sostiene que el presidente «ha usado mi nombre hoy para tratar de dividir aún más a los Estados Unidos». «Se salieron con la suya [en referencia al supuesto robo de las elecciones] y está llevando a la destrucción de nuestro país» dice luego el comunicado. «Este teatro político es sólo una distracción para tapar su fracaso«.
Nadie espera ya que Donald Trump reconozca su derrota en las elecciones de 2020 o asuma que no existe prueba alguna de la veracidad de ninguna de las denuncias de fraude electoral masivo presentadas ante la Justicia. Pero la insistencia del expresidente en la idea de que las elecciones fueron amañadas sigue dividiendo a la sociedad y socavando las instituciones americanas.
Siguiendo a rajatabla el Manuel del Buen Populista, Trump acusa a Biden de todo aquello de lo que él es culpable: dividir a su país con una mentira, destruir su fibra social y organizar un teatrillo cuyo objetivo no es otro que ocultar su propio fracaso político.
Pero bajo esa demagógica retórica populista se oculta el verdadero objetivo de Trump: someter al Partido Republicano y presentarse de nuevo a las elecciones en 2024.
Motivo de ruptura
El Partido Republicano no es inocente. El asalto al Capitolio podría haber sido el motivo de ruptura que una buena parte del partido llevaba tiempo esperando para distanciarse de Trump y devolver a la formación a sus raíces conservadoras y liberales. Pero la cobardía y el hecho de que Trump obtuvo 74 millones de votos en las elecciones, más que ningún otro candidato en la historia de la democracia americana con la única salvedad de su rival Joe Biden (que obtuvo 81 millones), actuaron de freno para muchos.
Un año después del asalto al Capitolio, Donald Trump sigue insistiendo en la tesis de que las elecciones fueron amañadas y socavando la confianza de los americanos en sus instituciones. Es decir, en la democracia. Prueba de que Trump ha tenido un éxito al menos parcial en su afán es que no son raros ya los artículos en la prensa americana en los que se habla, abiertamente, de un posible golpe con participación militar en 2024.
Estados Unidos está hoy muy lejos de un enfrentamiento civil entre sus ciudadanos. Pero el daño que Trump ha hecho, y sigue haciendo, en su país está socavando la confianza en la democracia de muchos de ellos.
Le corresponde al Partido Republicano distanciarse de Trump y volver al sendero de la estabilidad institucional. Sostener una mentira, aunque sea por motivos estrictamente ventajistas y sin creer en ella, jamás conduce a ningún lugar políticamente sano. Especialmente si esa mentira es tan destructiva como la de que unas elecciones generales fueron robadas tras una conspiración de las elites progresistas.