LUIS VENTOSO-ABC
SEXO CON NOTARIO
SUENA a fábula de Aldous Huxley, o a distopía orwelliana, pero en breve podría convertirse en práctica cotidiana en Europa. Una pareja se dispone a hacer el amor, porque mantienen una relación y les apetece, o porque acaban de conocerse en la efervescencia de una noche de fiesta, o en un botellón, y repentinamente desean disfrutar de un lance sexual. Entran en una habitación, pero el hombre se detiene, saca el móvil del bolsillo, activa el modo vídeo y hace una pregunta a la mujer: «¿Das tu consentimiento expreso para que mantengamos relaciones sexuales?». Superado el trámite con el asentimiento rotundo y claro de ella, continúan. ¿Ridículo? Suecia acaba de aprobar una ley que establece que todo acto sexual no consentido de un modo «claro, explícito e idóneo» será considerado una violación. «Se exigirá con palabras y actos concluyentes que la mujer diga sí a todo acto sexual». Se crea además la figura penal de la «violación negligente», que cometerá todo hombre que «no haya sido consciente de que la otra persona no consintió». La pena en ese caso será de cuatro años de cárcel.
La ley sueca, similar a la de otros diez países europeos, es conocida como «Solo sí es sí». Ayer la vicepresidenta y ministra española de Igualdad, Carmen Calvo, anunció farragosamente que estudia introducir algo similar en nuestro Código Penal. Voces jurídicas –siempre anónimamente, pues impera la dictadura de la corrección política– comentaban anoche que la medida es muy discutible, y añadían irónicamente: «A este paso habrá que hacer el amor bajo notario».
Calvo hace su anuncio a raíz de la polémica sentencia de La Manada. Como ser humano de sexo masculino, me molesta que Calvo y afines operen como si ostentasen el monopolio de la indignación por el fallo de aquel caso, que redujo a abusos sexuales lo que muchos consideramos una violación flagrante (cinco jóvenes de 26 años sometiendo a todo tipo de vejaciones sexuales a una chica menuda y aturdida de 18 años, con 0,91 de alcohol en sangre). Pero el resbalón de esos jueces, y las evidentes mejoras que necesita al respecto nuestro Código Penal, no pueden arreglarse con una reforma populista que se fuma algo crucial en Derecho: la prueba. La inmensa mayoría de los actos sexuales son privados, en pareja y a solas. Si no se graban, o se firma un documento previo de consentimiento, ¿cómo se prueba la aquiescencia? Al final será la palabra de una persona contra la otra. Se abre así la puerta a graves injusticias, pues sería fácil tramar una venganza simplemente denunciando que no hubo consentimiento. Si la mujer acusa y estaban a solas, el hombre será de inmediato culpable, salvo que logre probar el consentimiento (¿y cómo se logra eso en un lance sexual privado, a veces rápido y apasionado?).
¿Es un camino correcto intentar defender a las mujeres criminalizando a todos los varones? A los hombres nos repugnan las violaciones al menos tanto como a Carmen Calvo. Personalmente, sin duda endurecería las penas para esos criminales (y cuestionaría su rehabilitación). Pero la ley del «O es sí o es no» abre una senda tortuosa, porque suspende una enorme conquista de la humanidad: la presunción de inocencia.