EL CORREO 26/11/14
TONIA ETXARRI
Alfredo Pérez Rubalcaba o el propio Felipe González, preocupados todos ellos por el riesgo de inestabilidad que acecha a nuestro país, el nuevo dirigente del PSOE quiere desmarcarse de la historia de los suyos, aunque ello implique desmarcarse de sí mismo. Comenzó su mandato diciendo que había que combatir a la derecha y al populismo, sin atreverse a mencionar directamente el fenómeno aglutinador de Podemos. Pero el tiempo inexorable y su falta de perfil de izquierdas a la par que comprometido con la estabilidad institucional, que dirían sus mayores, le ha ido empujando a competir con la demagogia, un caladero fácil para atraer el descontento y el hartazgo social.
Con su obsesión por marcar la diferencia , estrenó su cargo ordenando a sus eurodiputados votar en contra de la designación de Juncker, rompiendo el acuerdo tácito al que habían llegado tanto socialistas como conservadores. Y los europarlamentarios, algunos a regañadientes, votaron junto a los antisistema, los euroescépticos y la extrema derecha. Resbaló en medio de la plaza pública diciendo que en este país sobraba el ministerio de defensa. Unas declaraciones que posteriormente tuvo que matizar. Y para lucir una política justiciera que no abrigase dudas de su «mano de hierro» con los corruptos de su partido (en Andalucía ejerce con menos autoridad) no dudó en expulsar a históricos como Virgilio Zapatero. Y sigue vaciando su mochila haciendo piruetas.
Después de ver la reacción que ha suscitado su última idea de derogar el artículo 35 de la Carta Magna, ha tenido que explicar que tan solo quiere «completar» la estabilidad presupuestaria. Porque no se ha entendido que la llamada «reforma express» de la Constitución, impulsada por Zapatero y secundada por Rajoy, vaya a verse ahora tumbada por la necesidad del nuevo dirigente de los socialistas de marcar perfil propio. Se trataba entonces de salvar a España de una intervención. De pactar un techo de gasto para garantizar la estabilidad presupuestaria.
La propuesta de esta derogación ni siquiera es suya sino de Izquierda Plural. Pero Sánchez se apunta. Si le está costando concretar su propuesta de reforma de Estado federal, cabe pensar que esta ocurrencia tendrá que sustanciarla con argumentos de peso. A Zapatero se le ha congelado la sonrisa. Y él pide perdón por haber votado un articulado que nos salvó de la bancarrota. Con estos palos de ciego, Podemos seguirá abriendo la puerta a nuevos votos. Aunque Sánchez insista en que a él no le preocupa.