ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC 17/03/14
· Los sediciosos no frenarán esta deriva a menos que vean peligrar su estatus, sus privilegios o su libertad.
La «raya en el agua» que trazaba ayer Ignacio Camacho en esta misma página debería ser leída atentamente en La Moncloa y respondida a la mayor brevedad, no con palabras, sino con hechos. Hechos elocuentes, inequívocos, contundentes, suficientes para demostrar al nacionalismo catalán que la consumación del desafío rupturista que ha planteado a la nación española le resultaría extraordinariamente gravosa no sólo a la sociedad catalana, en términos económicos y culturales, sino a los líderes de este movimiento en términos personales.
El escenario que dibujaba mi ilustre vecino, con la agudeza que le caracteriza, resultaba aterrador a fuer de plausible: Una Barcelona convertida en El Cairo, Kiev o Caracas, con sus principales plazas ocupadas por millares de manifestantes determinados a terminar con la legalidad constitucional por la «razón» de la fuerza. Una ciudad literalmente tomada al asalto «pacífico» por hordas de independentistas, convocados y movilizados a través de un engendro, financiado con dinero de todos los españoles, que lleva por nombre la Asamblea Nacional Catalana y ha sido creado con la finalidad de servir de núcleo fundacional a la Cataluña independiente surgida de los delirios de Junqueras y Mas.
Por esas causalidades (que no casualidades) que a menudo brinda el periodismo, a pocas páginas de distancia, ayer también, Mariano Rajoy, de visita en esta Casa para celebrar el 110 aniversario de la fundación de este gran diario, repetía una vez más eso de que no piensa pasar a la Historia como el presidente del Gobierno que permitió la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Lo que no decía, no lo ha desvelado aun, es cómo pensaba impedirlo. Y las cosas han llegado a un punto que no admite más demoras.
Camacho acertaba de pleno al alertar de la estrategia de presión callejera que está urdiendo el nacionalismo separatista, aprovechando el tirón y el éxito de las revoluciones relativamente incruentas acaecidas en Egipto y Ucrania. El momento es el idóneo y la política de hechos consumados practicada hasta la fecha por Artur Mas y sus secuaces ha resultado ser extraordinariamente rentable, habida cuenta de que siempre ha obtenido ventajas en forma de transferencias y jamás ha dado lugar a represalia alguna. La vía del desafío ha sido una apuesta ganadora. ¿Por qué van a desistir ahora? ¿Por qué van a renunciar a seguir huyendo hacia adelante, si nada tienen que perder y su férreo control de los medios de comunicación logra transferir a «la pérfida España» toda la responsabilidad del desastre económico provocado por su gestión?
Hace algunas semanas Rajoy anunció que tenía un plan para destinado a frenar esta escalada. ¿En qué consiste? ¿A qué está esperando para ponerlo en marcha? ¿No se da cuenta de que cada día que pasa, cada paso adelante que dan los secesionistas, cada nueva amenaza que sale de su boca, como la proferida ayer por el President al no descartar una proclamación unilateral de independencia, es una oportunidad perdida para la causa de la Ley y la democracia?
El tiempo se nos echa encima. Los sediciosos han llegado tan lejos en su ofensiva impune, que no retrocederán ante nada que no consiga asustarles de verdad. No frenarán esta deriva enloquecida a menos que vean peligrar su estatus, los privilegios de los que disfrutan o incluso su libertad. Rajoy no quiere castigar al conjunto de los catalanes con sanciones económicas; bien está. Pues que castigue entonces a los promotores de la sedición de manera ejemplar. Lo único que no puede hacer es nada.
ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC 17/03/14