Coral Rodríguez Fouz-El Correo

  • El asesinato a manos de ETA de Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García sigue sin esclarecerse 51 años después

Se cumplen mañana, 24 de marzo, 51 años de la tortura, el asesinato y la desaparición a manos de ETA de mi tío y padrino Humberto Fouz Escobero y de sus amigos Fernando Quiroga Veiga y Jorge García Carneiro. Un año más los asesinos y quienes les ampararon siguen callando, sin señalar dónde se deshicieron de sus cadáveres. Sus restos están de momento en esa tumba en el aire que les regaló el escritor Adolfo García Ortega, en ese «monte donde unos helechos crecen más altos que los otros» del que habló el exetarra Soares Gamboa. Pero su memoria está viva. Y no solo porque quienes les queríamos y queremos seguimos recordándoles, sino porque además hace años que no estamos solos en ese recuerdo. Esta es nuestra victoria. Los hemos rescatado del olvido en que sus asesinos pretendieron -y consiguieron durante demasiado tiempo- enterrarlos.

Detrás de esta victoria que consigue paliar, en cierta medida, el inmenso dolor que sigue provocando su desaparición hay muchas personas e instituciones a las que, en este aniversario, quiero trasladar públicamente nuestro agradecimiento.

A Adolfo García Ortega por escribir ‘Una tumba en el aire’. Por retratar tan fielmente a Humberto, a Fernando y a Jorge. Por regalarles con la literatura algo parecido a la inmortalidad. Por ayudarnos con su escritura a mis hermanos y a mí, que éramos niños muy pequeños en 1973, a imaginarlos y a sentirlos vivos. Y por retratar también fielmente a sus asesinos. Para que tampoco haya olvido para ellos.

A todos los periodistas que durante estas cinco décadas, y especialmente a partir del año 1999, se han hecho eco del asesinato y desaparición de Humberto y sus amigos.

Al Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo y a Gogora por, entre otras cosas, organizar el emotivo e inolvidable acto de homenaje en el 50 aniversario de su desaparición. A la Fundación Fernando Buesa y a Covite por sumarse públicamente en ese 50 aniversario a la petición de colaboración que ese 24 de marzo de 2023 dirigimos a los líderes de la izquierda abertzale.

A las Juntas Generales de Gipuzkoa por regalarnos Hutsuneak-Vacíos. A los ayuntamientos de Irún y de Eibar por recordar expresamente a Humberto, a Fernando y a Jorge en sus homenajes a las víctimas. Al Gobierno de España y al Senado por la concesión y el acto de entrega de la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo. Al Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo. Al Defensor del Pueblo.

A la magistrada titular del Juzgado de Instrucción n.º 3 de San Sebastián y al fiscal jefe de la Audiencia provincial de Gipuzkoa por reabrir y trasladar a la Audiencia Nacional a finales de 2005 el sumario que había sido archivado en abril de 1975. Gracias por no decir «no ha lugar». Gracias por no sumarse a los jueces que no han considerado nunca, ni en 1974 ni en 2006, procedente tomar declaración a ninguno de los presuntos asesinos, que siempre han respondido con un «no ha lugar». Gracias infinitas por hacerme soñar que era posible.

Los asesinos y quienes les ampararon continúan sin señalar dónde se deshicieron de sus cadáveres

Gracias, en definitiva, a todas las personas que nos han acompañado a lo largo de estos años y que nos acompañan hoy. No puedo nombrarlas a todas, no caben en este espacio, pero saben que son también destinatarias de nuestra gratitud.

No está entre ellas Manuel Murua Alberdi, alias ‘Casero’, uno de los presuntos asesinos que a pesar de estar supuestamente arrepentido no respondió a ninguna de las dos cartas que le envié a la cárcel de Logroño. Ni quienes, según dijo el propio ‘Casero’, le recomendaron no responder a mis cartas. No está Arnaldo Otegi, que ha mostrado su cobardía al rechazar el encuentro que le pedí a principios de 2023. Que ha mostrado su falta de coraje y de valentía al no responder siquiera al escrito que le dirigí el pasado mes de septiembre para pedirle, como ya hice públicamente el 24 de marzo del año pasado, que en su condición de líder de la denominada izquierda abertzale que aplaudió y formó parte de la banda terrorista ETA nos ofrezca su colaboración para conseguir que los supuestos asesinos que siguen vivos o los dirigentes de ETA en aquellos años reconozcan la verdad.

No están los que saben dónde se deshicieron de los cuerpos de Humberto, de Fernando y de Jorge ni los que saben quiénes saben, porque 51 años después siguen callando. Ante su inhumano silencio volvemos a interpelarles una vez más. ¿Dónde están sus restos?

Y frente a su silencio cobarde, aquí están la solidez y la fortaleza de nuestra memoria, repleta de bellos e inolvidables recuerdos y cargada hasta la borda de un amor infinito. Una memoria que mantendrá a Humberto, a Fernando y a Jorge siempre vivos en el recuerdo.