Tonia Etxarri, EL CORREO, 16/4/12
El PP se desentiende del legado negociador de Zapatero con ETA
A medida que la válvula de la izquierda abertzale sube su presión sobre el Gobierno del PP para que se produzca algún movimiento que se pueda interpretar en el mundo de ETA como una compensación por haber dejado de matar, el Ejecutivo de Mariano Rajoy se reafirma en su blindaje. La izquierda abertzale ha vuelto a sacar a la gente a la calle. Esta vez para protestar contra la ‘doctrina Parot’ porque, en el fondo, tiene dudas de que el Tribunal Constitucional acabe pronunciándose a favor de la retirada de la medida que aplica los beneficios penitenciarios a los presos por cada una de sus condenas.
Pero antes de esa manifestación, y de conocer la identidad del núcleo duro de la banda como los nuevos interlocutores de los presos, el Gobierno ya había reflexionado. La conclusión es que no habrá ninguna señal de cambio de actitud mientras ETA no anuncie su desaparición incondicional. Es precisamente en la ‘estación término’ a donde pretende llegar la banda después de haber intentado obtener algunos beneficios donde sitúa el Ministerio de Interior el ‘punto de partida’, haciendo oídos sordos a los llamamientos parlamentarios de Amaiur para que «España y Francia» se pongan a hablar con ETA.
No es una mera diferencia de ritmos. Se trata de principios. De la narración de lo que ha pasado en este país durante los cincuenta años de terrorismo. El rumbo publicitario de la izquierda abertzale está marcado por unas balizas claramente localizadas. Manifestaciones. Emplazamientos desde el Congreso de los Diputados. Comparecencias ante la prensa para hablar de los presos con la frecuencia suficiente como para mantener la tensión de la atención sobre el «conflicto». Necesita crear un caldo de cultivo para, a fuerza de insistir, poder canalizar una oposición favorable a una amnistía para los presos. Un intento de reproducir las condiciones de la Transición democrática. Como si no se hubiera avanzado nada desde 1977.
¿Quién se ha quedado instalado en el inmovilismo?, se preguntan los grandes partidos democráticos. El PSE, el PP y el PNV coinciden en lo esencial. «No cabe la amnistía». Y desde el Gobierno son conscientes de su necesidad de mantener una aparición mediática constante que contrarreste la fuerza propagandística de la izquierda abertzale. De momento, la doctrina se expresa en estos términos: nada que negociar con un mundo que sigue siendo incapaz de reconocer el daño causado.
La historia de ETA es la historia de un despropósito y una barbarie de una organización terrorista que nació bajo la dictadura y siguió matando en democracia. Para un Estado democrático como el nuestro es de vital importancia que la asignatura mas vergonzosa de nuestro recorrido se explique tal como ocurrió. Que sea transmitida a las nuevas generaciones con el máximo rigor. ETA no fue una cuadrilla de héroes patriotas. ETA fue la vergüenza de Euskadi. Y para que quede rubricado en los anales de la Historia, quienes pertenecieron a la banda tienen que reconocer el error, y el horror, de las tropelías cometidas, como han hecho algunos en contadas ocasiones.
Esta posición de firmeza está provocando un «choque de trenes» entre el Gobierno y los emisarios de la banda. Pero desde La Moncloa quieren, con la anuencia del PSOE y del PNV, que no quede ningún resquicio que justifique la historia de ETA. Y entre tanto, la izquierda abertzale se aferra al relato de los dos bandos enfrentados con un final que no arroje vencedores ni vencidos.
No se le entendió a Mariano Rajoy cuando dijo, hace seis meses, que ETA había decidido abandonar el terrorismo, sin disolverse, «sin concesiones políticas». Buena parte de sus votantes no ocultaron su contrariedad porque interpretaban, de esas palabras, que había hecho suyo el discurso de Zapatero. Y tan solo estaba transmitiendo la idea de que los terroristas no habían logrado contrapartidas en el terreno del «derecho a decidir», aunque le faltara la habilidad necesaria para reconocer que habían logrado en su tránsito a las urnas un poder institucional considerable.
Ha pasado ya medio año desde el anuncio de ETA y al Gobierno actual le interesa demostrar a sus votantes que no hay herencia alguna de las veleidades pactistas del estilo de Zapatero. Pero tan solo el tiempo podrá dar o quitar la razon a las víctimas si se muestran recelosas ante cualquier gesto que se pueda interpretar como un abandono de exigencia democrática frente a la izquierda abertzale. En ese flanco, desde el entorno de Rajoy se afirma: «No vamos a meter la pata en política penitenciaria». El congreso del PP vasco del próximo 13 de mayo, en donde participará el presidente del Gobierno para arropar a Antonio Basagoiti, que se presenta a la reelección como líder de los populares vascos, será la piedra de toque para apreciar los matices de la política que el PP pondrá sobre la mesa en plena sintonía entre Madrid y Vitoria para marcar su línea en el terreno de la normalización y pacificación.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 16/4/12