Miquel Giménez-Vozpópuli

  • Me permito especular acerca de lo que estaremos hablando el lunes, viendo cómo queda la correlación de fuerzas en el parlamento catalán

Si las encuestas van en la dirección correcta, el domingo dará como resultado lo mismo de siempre. El separatismo, aunque fragmentado, seguiría siendo el bloque mayoritario en escaños, aunque el PSC subiría en diputados pero no lo suficiente como para obtener mayoría absoluta. Empate a tres, indican. ERC, JxCat y PSC estarían, más o menos, con los mismos diputados. Esta noticia no es ni buena ni mala, sino todo lo contrario. El córner lazi ya dispone de mayoría y si no se nota más es porque sus integrantes, a saber, los de JxCat y los de Esquerra, se odian tanto que no paran de ponerse la zancadilla.

Ahí lo único notable es que ese PSC tan zalamero con el mundo separatista que hasta ofrece mesas de diálogo, posibilidad de indultos y sonrisas de padre complacido cuando ve que su hijito le arranca las alas a las moscas sube bastante más con el hierático Illa que con el bailarín Iceta. Un cambio comprensible, porque tanto Queen cansaba y no está el patio para menear el esqueleto. Illa, al menos, invita a la cabezada, al sopor, escucharle es como oír ese bordoneo de moscardón estival que acaba haciéndote dormir si no le prestas atención. Y ahí se acaba la descripción de los que nos han metido por activa o por pasiva en el quilombo actual.

A las CUP y a En Comú Podem los dejaremos aparte. Ambos han venido a hablar de su libro y nadie cree que sus resultados vayan a cambiar, dos arriba, dos abajo. Lo suyo es instar a la gente a que tire piedras a los de Abascal – Mireia Boya, ex cupaire, propietaria, de buena familia, lo ha dicho en esa TV3 que junto a TVE no tienen nada que envidiar al Pravda – o hablar de vaginas enormes, heteropatriarcado, el sexista color rosa y temas así por parte de los de Albiach y Colau. Bueno, eso cuando no conspiran entre ellos, a ver quién apuñala a quien. Es tradición comunista ir por la vida con un piolet en el bolsillo, ya saben.

A lo más a lo que pueden aspirar PP, Cs y Vox es a ser el Pepito Grillo de la Cámara

Por tanto, y en lo que respecta al bando constitucional – y ya ven que no incluyo a los socialistas porque no los considero como tales – tenemos al PP, a Ciudadanos y a Vox a que, salvo error u omisión, tienen dificilísimo, casi imposible, sumar nada que no sea una cantidad de electos buena para una paella colectiva pero nula para articular mayoría parlamentaria alguna. Eso, en caso de que Cs quisiera, claro. De modo que cualquier esperanza que usted tenga en dejar atrás la pesadilla procesista, la inmersión por los santos gladiolos de los de la ceba, la perversión pornográfica de los medios públicos, la corrupción, la violencia callejera de los separatas, el apropiamiento indebido de instituciones, festividades y cultura que debieran ser patrimonio de todos y no instrumento bastardo en manos de unos pocos, es vana. A lo más a lo que pueden aspirar PP, Cs y Vox es a ser el Pepito Grillo de la Cámara.

Dicho todo esto, auguro que este lunes estaremos hablando de si los odios cainitas prevalecen o no a la hora de reeditar un nuevo Gobierno Esquerra-Junts per Cat apoyado por las CUP o de si puede tener visos de realidad un tripartito entre Esquerra, PSC y En Comú Podem. Nada que no pase por combinaciones entre estas gentes parece posible, y ojalá me equivoque. Porque las dos posibilidades significan lo mismo. Con un Gobierno solo separatista volveríamos a una proclamación republicana, y a las piedras en Urquinaona y a todo el lío que, esta vez, tendría en Madrid no a un débil Rajoy si no a un complaciente Sánchez y a un entusiasta Iglesias; si lo que cuaja, en cambio, es el tripartito, tendremos referéndum ad hoc, indultos, persecución de todo lo que suene a España, demonización del constitucionalismo, en fin, lo mismo que los otros, pero más lentamente. Suavemente nos matarán con su canción, que decía Roberta Flack. Por resumir, sea lo que sea, nos espera la destrucción de la unidad nacional y de la Constitución.

La cosa estriba en decidir dónde queremos que nos den la patada, si en las partes pudendas, si en la boca, si en el trasero o bien al azar. Porque, no lo duden ni un momento, si no se produce un milagro, la patada está asegurada.